Camino a la localidad de Carlos Pellegrini (departamento de San Martín en la provincia de Corrientes), lo encontramos en la ruta 40. Nos sorprendió ver a lo lejos algo color naranja que avanzaba delante nuestro. Lo cruzamos y lo saludamos. Era un hombre que iba en una bicicleta cargada con algunos bolsos y una rueda. Un par de horas después lo encontramos en el cámping municipal.
En una charla distendida con Quintaesencia, y bajo uno de los quinchos del predio ubicado a orillas de la inmensa laguna Iberá, el hombre nos contó quién era y porque había decidido hacer este viaje en este rodado tracción a sangre.
“Me llamo Maximiliano Rodríguez Porto, tengo 43 años y soy, bueno era, de Morón (provincia de Buenos Aires) y hace tres meses, decidí hacer un cambio total de estilo de vida”, dijo en el inicio de la conversación a modo de contexto.
“Dejé todo lo que tenía y hasta lo que era”, continuó con una gran sonrisa. “Es más, ya no tengo siquiera llaves porque no tengo casa”. ¿O sea que vendiste todo lo que tenías para empezar esta aventura?, fue la siguiente pregunta. “Sí”, contestó y agregó: “Decidimos largamos a vivir de otra forma, saliendo un poco del sistema, o sea, no en una forma radical porque uno sigue necesitando algunas cosas del sistema, como el dinero o internet, por ejemplo, pero sin estar sometidos a sus reglas”.
Ante la pregunta de por qué hablaba en plural, Maxi dijo que incluía en sus respuestas a El Buey, su bicicleta a quien eligió como compañero en este viaje.
Contó que desde hacía tiempo venía pensando en esta idea y planificando ese cambio. “Tenía pensado arrancar durante la pandemia y no pude, después mi hija quedó embarazada y decidí esperar esos nueve meses a conocer a mi nieta y al otro día que nació, decidí partir y empezar este viaje solo”, indicó.
¿Por dónde arrancaste?
Salí de Morón, salí por Zárate hacia Entre Ríos, di casi todo un rodeo por la provincia, en total hice 1.000 kilómetros y después entré por San Jaime de la Frontera, a la provincia de Corrientes. Trato de buscar rutas anexas y de evitar las principales, por una cuestión de seguridad.
Esta para mí, es una nueva forma de vida, una que yo elijo. No voy a negar que lo pensé mucho y tuve un montón de miedo antes de salir y ahora, mis miedos son otros. La otra noche tuve una pesadilla en la que estaba trabajando. Me desperté sobresaltado y me dí cuenta que estaba en la carpa y ahí pude respirar tranquilo.
¿Dónde hacés noche?
Cuando va cayendo la noche, busco algún lugar que tenga un poco de lindo pasto para armar la carpa. Y después, bueno, la gente colabora un montón, por ejemplo, hoy me crucé con un señor que ya me había cruzado antes y me dejó un pedazo de carne y vino. Me salvó la cena de hoy.
¿Por qué le pusiste El Buey a la bici?
Porque el buey pasta con cualquiera, no tiene problema, es amigo de todos los animales, además es fuerte para llevar cargas.
¿Qué te animó a hacer este este viaje, a salir a salir un poco del sistema?
Siempre tuve la inquietud de viajar de un modo económico y con mis tiempos. La opción siempre fue la moto, pero le hice una promesa a mi vieja que nunca iba a manejar moto, y el costo en autos es muy alto y siempre amé la bicicleta, entonces me decidí por esta opción.
¿Cuál es kit básico de supervivencia?
Cocina, ducha portátil, bolsa de dormir y después abrigo, lo que voy adecuando de acuerdo a las temperaturas.
La carpa, El Buey y el equipo de superviviencia de Maxi.
Decías que hay cosas del sistema que se necesitan como por ejemplo el dinero, ¿cómo te organizaste para tener dinero durante el viaje?
Tenía una determinada cantidad de dinero que lo puse en un plazo fijo. Mis gastos no soy muy grandes, me administro bastante bien. Mis gastos fundamentales es comida, hospedaje pago cuando no tengo más carga de baterías en el celular ni en las linternas, siempre y cuando no encuentre camping, que son ideales. Vivo una vida minimalista.
¿Qué estás buscando con ese estilo de vida?
Viajar, conocer, tener experiencias de vida, aprender oficios. Durante muchos años estuve en puestos jerárquicos en el rubro gastronómico y me sentí muy saturado de estar pendiente de todo, y ahora siento una profunda relajación.
Los primeros días quería hacer todo rápido, armar la bici, preparar el mate, todas las cosas a la vez y ahora ya me voy tomando mi tiempo, voy relajando y creo que a medida que vaya pasando el tiempo, va a ser mayor. Ahora, por ejemplo, llegar hasta acá me demandó tres días porque me fui quedando por el camino, sin ir más lejos hoy decidí esforzarme para llegar hasta acá porque me quedé sin agua, pero si no, capaz que me faltaban cinco kilómetros y acampaba. Porque mientras tenga las tres cosas básicas: refugio, agua y comida bueno, todo está bien.
¿Cómo sigue tu itinerario?
Mi plan es hacer Argentina siempre, hasta terminar de todos los pueblos que pueda y esquivando el clima no. Por eso elegí la Mesopotamia ahora que arranca el invierno; en primavera voy a ir al Centro y al Sur, nos vamos en verano. Después volvemos a subir claro y así, hasta que las piernas den.
Tenía previsto estar unos días acá en Pellegrini y después seguir por la ruta 41 y llegar hasta Posadas, dar toda la vuelta a Misiones volver y volver a bajar por el norte de Corrientes y cruzar al Chaco, pero bueno voy a cambiar porque me quedé sin una cubierta, así que me voy a tener que ir hasta Santo Tomé y subiré por el otro lado. Pero va variando todo el tiempo, porque por ahí veo un camino que me parece interesante y me meto, cambio de ruta.
¿Cómo es tu contacto con el mundo, con el sistema hoy por hoy?
A través del celular y las redes sociales. De esa manera estoy en contacto con mi hija, voy administrando mi dinero y conociendo gente, armando una red de contactos.
Por ejemplo, en Instagram subo algunos videos sin editar y la gente se va enganchando, va comentando. Hoy, por ejemplo, me escribió una persona que conocí hace dos meses y medio en Entre Ríos y me preguntó por dónde iba. Es lindo encontrarse con personas con las que tal vez no me vuelva a cruzar y se preocupa por vos. Esas cosas te llenan.
¿Qué aprendiste en estos tres meses?
Que el tiempo es mío, que no importa si tardo 10 días o dos en hacer un recorrido. No tengo que probar nada, es solo mi viaje. Aprendí también que quienes manejan en la ruta, tienen que hacerlo más despacio y dejar de atropellar a los animales. También que nos falta mucho para cuidar el ambiente, la gente tira mucha basura al costado del camino. En este tiempo comprendí que esta experiencia no es lo que me esperaba, es mucho mejor. Además, me sorprende mucho la bondad de la gente. Siempre que me surgió un problema, apareció alguien de la nada y me ayudó.
Me pasó en Zárate cuando se me rompió el portaequipaje en el medio de una villa. Al rato de estar allí, un chico me dijo que enfrente había un soldador que ya no estaba trabajando, pero igual me atendió y me solucionó el problema. No me pasó nada malo, al contrario, me ayudaron.
Además, todo me lo tomo de otra forma, ya no me hago tantos problemas. Ayer pinché dos veces en dos kilómetros y al principio, renegué y después me pregunté: “¿Por qué estoy renegando?”.
Creo que también tiene que ver con el lugar que le doy al miedo, a las expectativas. Cuando dejo que las cosas vayan fluyendo, todo pasa con naturalidad. Además, voy disfrutando de la magnificencia de la naturaleza, que me hace sentir chiquitito.
Nos despedimos de Maxi con esa misma naturalidad y simpleza que fue encontrando en estos tres primeros meses de travesía: "Voy a preparar el mate, que ya lo estoy necesitando", nos dijo sonriente mientras nos saludaba con la mano. Y nosotros, también emprendimos nuestro propio viaje.
Si querés seguir el recorrido de Maxi, buscalo en Instagram como sin_alambre.
"En estos tres meses aprendí que el tiempo es mío."
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