Un despido y una oportunidad para un cambio de vida
HISTORIAS QUE INSPIRAN18/06/2022María del Carmen Ruiz DíazLos puestos ubicados al costado de las rutas son parte del paisaje de muchos lugares del mundo. Allí, por lo general se comercializan productos típicos de la zona. Estos también se pueden encontrar en varios lugares de la provincia de Corrientes como, por ejemplo, sobre la ruta nacional 27 que pasa por Bella Vista. A metros del predio del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), está el que es atendido por Isabel Zuniani y Fernando Filipponi, quienes contaron a Quintaesencia sobre este emprendimiento.
En el inicio de la charla, lo primero que notamos fue una tonada impropia del lugar. ¿De dónde son?, fue la primera y obligada pregunta. “Somos de Buenos Aires”, respondió ella, a lo que agregó: “En realidad yo nací aquí, esa que está ahí es la casa de mi familia, pero viví 25 años allá”. A su turno, él comentó: “Yo sí soy de Buenos Aires, de Villa Devoto”.
¿Hace cuánto que se mudaron?, fue la siguiente consulta. “Tuve la ‘mala suerte’, entre comillas, de que me despidieran de mi trabajo. Y más o menos en ese tiempo, Isa empezó con la idea de volver porque su mamá está mucho tiempo sola y ya es mayor. Entonces, de a poquito, empezamos a pensar que vivir acá podía ser una buena opción”, respondió Fernando.
Contó además que si bien hace un poco más de un año decidieron mudarse, él se instaló hace dos meses. “La verdad, creo que todavía no llego a dimensionar los beneficios que me trajo el haber tomado esta decisión. Allá vivíamos muy cansados y estresados. Yo, en particular, vivía yendo al médico o Emergencia del hospital porque tenía diversos problemas de salud, todos causados por el estrés, por supuesto”.
Más allá de esos beneficios, reconoció que al principio el proceso de adaptación en el nuevo entorno, le costó bastante: “El cambio es muy grande, fue hacer un giro de 180 grados”. Si bien vivían en una zona bastante tranquila, “el ritmo de vida no tiene comparación”, agregó.
Fernando cuenta que para él, el cambio
fue rotundo, en especial por su salud.
Por su parte, Isabel cuenta que ella está feliz de haber vuelto a su lugar y acompañar a su mamá. “Ya está grande y más allá de que se puede manejar por sus propios medios y sigue haciendo cosas, pero está mucho tiempo sola y era un tema que me preocupaba bastante”.
Mientras indagábamos entre los productos del puesto, nos invitó a acompañarla hasta su casa, donde nos mostró cómo están preparando una parte del terreno para una huerta, además de un corral en el que ya tienen un par de gallinas y ovejas. “Nuestra intención es producir y consumir nuestros alimentos, además de poder venderlos en el puesto, pero además estoy armando un pequeño vivero”, dijo Isabel.
En un espacio de su casa, armó una especie de showroom de ropas. “Traje mucha ropa nueva y algunas de segunda mano y, como sabía que no la iba a usar, decidí también ponerla a la venta. Las chicas de la zona se fueron enterando y comenzaron a venir a ver y comprar. Ya tengo algunas clientas”, agregó.
En cuanto a los productos que comercializan en el puesto, Isabel contó que algunos son propios, como los pomelos, naranjas y demás cítricos. Pero también tienen miel, dulces y conservas, que compran a productores de la zona, “porque ya sabemos que son de buena calidad”, remarcó.
Dijo que poco a poco, se van armando de stock de productos típicos, “hay un señor que vive acá cerca en una colonia, que hace unos salamines que son riquísimos. Después, también ya tenemos el contacto de una señora que hace queso y demás, y también le compramos. A veces ellos nos traen, otras lo vamos a buscar nosotros”.
Isa en su showroom de ropas.
La atención del puesto requiere que todos los días estén allí, “y a veces no tenemos mucho más tiempo para hacer otras cosas, pero la verdad, no nos arrepentimos de haber tomado esta decisión; es más, a veces me pregunto porque no lo hicimos antes”, contó Isabel con una sonrisa.
No obstante, Fernando dijo casi como un a confesión, que en un par de oportunidades le agarró “un bajón, me quería deprimir porque para mí fue muy fuerte, drástico, el cambio de vida. De tener un ritmo de vida acelerado, pasé de conversar tranquilo con la gente que para a comprar”.
“Nosotros estamos acá de lunes a lunes. En este poco tiempo de estar instalados, ya tuvimos la oportunidad de conocer a mucha gente y de compartir. Eso, para nosotros es muy importante”, dijo Isabel, a lo que Fernando agregó: “Para mí también tiene mucho valor el poder atender, escuchar y charlar con la persona que llega, eso no lo podía hacer antes por el ritmo propio de vida”.
Ambos recomendaron a quienes buscan un cambio para una mejor calidad de vida, “que se animen, que busquen opciones porque seguro que pueden encontrarle la vuelta”.
Nos quedamos un par de minutos más con ellos, charlamos sobre las bondades de esta otra forma de vivir y que construir otro estilo de vida, es posible.
La incipiente granja, huerta y vivero de Isabel y Fernando.
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