En esta oportunidad, quiero compartir la historia de la primera vez que perdí a un familiar querido en mi vida. Yo tenía trece años y mi tía, la única hermana de mi mamá falleció repentinamente por causa de una aneurisma. El impacto de esta despedida fue muy grande para toda la familia; hijos, esposo, hermana, sobrinos y madre nos encontramos en profunda tristeza y desconcierto. Yo lloré un poco el día que me dijeron y aunque sentí el dolor no pude expresarlo ni acercarme a él sino muchos años después y con la ayuda de muchas terapias holísticas. Volví a acercarme emocionalmente a mi tía cuando sentí que mi cuerpo estaba vacío de llanto y de dolor.
Lo comparto porque también esta puede haber sido tu historia. Cambiando algunos nombres o edades, tal vez alguna situación, vos también lo podés haber vivido. No es un tema fácil de compartir o un diálogo pasajero, por eso te hablo desde mi experiencia y abriendo el corazón además del intelecto.
Ahora la pregunta es, ¿qué relación queda entre una persona viva y una persona fallecida? porque si es como la situación de mi tía, todos a su alrededor quedamos con pendientes, con palabras no dichas y sentimientos no expresados.
Desde mi experiencia como terapeuta aprendí que todo lo no verbalizado o expresado de alguna manera, permanece estancado en el cuerpo generando y multiplicando dolor físico y emocional. Estancando una parte nuestra en el devenir de la vida.
Con compañía o en íntima soledad te invito a traer desde tus adentros todo eso que quedó silenciado por la llegada de la muerte. Podés elegir el arte de la canción, la escritura o la pintura para expresarlo o también elegir un momento y acondicionar un espacio para hablar hacia esa persona fallecida directamente. Sé que puede darte miedo o tristeza y a la vez te animo a experimentarlo sabiendo que estas emociones ya están en vos y a lo mejor se alivien cuando te permitas expresarte.
Estoy diciendo hablar hacia y no con, porque nada garantiza una conversación recíproca, pero está comprobado que todos los planos se unen y la base sobre la que se da la unión es el más puro amor incondicional.
Si ya me leíste alguna vez, sabes que el principal mensaje que transmito es sanar en la muerte. Es decir, abrazar ese momento de la vida y hacerlo parte de nuestra transformación, de nuestro crecimiento. Dejar de escapar de lo inevitable y tomar la oportunidad tal cual se nos presenta.
Tus familiares fallecidos recibirán tus pensamientos, intenciones y hasta el intento de comunicación y te aseguro que vos vas a sentir más liviandad en esa relación. Porque sí, sigue siendo una relación, aunque una persona haya muerto y la otra no.
Con un mate, en un parque o en el rincón sagrado de tu hogar, podes expresarle tu amor a esa persona que se fue. Contarle cómo viviste su partida y cómo estás ahora. A lo mejor una vela te acompañe o el aroma de un sahumerio. Los detalles te los dejo a vos, para que te sientas lo más a gusto posible.
Yo por ejemplo uso una pipa de tradición indígena y la cargo con tabaco orgánico. La enciendo y hablo hacia mi tía, rezo desde mi corazón. A veces le dedico una canción, otras veces solo un recuerdo que se me viene a la mente. Así el puente no se corta y la extraño un poco menos.
No creas que por hacer esto vas a estar más entre los muertos que entre los vivos. Al contrario, darle un lugar a la persona fallecida en tu vida te puede traer la paz necesaria para seguir caminando en tu día a día, para seguir creciendo y transformándote. La persona que falleció ya llegó a su transformación total, no le queda más camino que recorrer. A vos si y podés compartir tus logros, aciertos y desaciertos con todos los que te rodean. Aún con aquellos que hace tanto tiempo no ves ni hablas.
Sigamos abriendo el espacio para vivir relaciones saludables en todos los planos, con todas las personas.
Con mucho cariño, Sol.
La columnista es terapeuta gestáltica. Podés encontrarla en Instagram como @sol.romeroacuna.