“...porque después de todo he comprobado que no se goza bien de lo gozado sino después de haberlo padecido”. (F.Luis Bernárdez poeta argentino)
Mientras escribo me llaman por una abuela que trata de tirarse de un sexto piso. Sola y abandonada la melancolía le hace sentir que la vida no tiene sentido. Tiene miedo al Covid y toma 15 pastillas de tranquilizantes. Un amigo médico cuida a un médico, también amigo, que tiene Covid y está con respirador en sus 60 años y con obesidad, hipertensión y diabetes. Un amigo medico muere siendo su vida un testimonio de humanidad y ejemplaridad ya que la neumonía producto del virus fue inmanejable. Otro paciente conocido se recupera. Dos enfermeras amigas de varios años me llaman que tienen Covid, las aliento.
Ha aumentado el índice de suicidalidad en el mundo desde el COVID y sugestivamente en la población sanitaria, jóvenes y mujeres de edad (Fuente Medscape-Marzo 2021). El estudio muestra que entre el 10 a 12 % de estudiantes de Medicina consumen drogas y aproximadamente el 50% de los médicos problemas de alcoholismo y de consumo de múltiples sustancias. Esta población se siente estigmatizada para pedir ayuda (Dr. José Mendoza Velázquez - México).
El cambio desde marzo 2020
Todo cambió en nuestras vidas desde el 20 de marzo del 2020. El virus del COVID en el campo de los tratamientos de adicciones y en nuestras vidas dedicadas al tratamiento de patologías severas de toxicomanías tomó otras dimensiones.
Desde el 20 de marzo del 2020 pasamos de trabajar en la conformación de una alianza con el paciente para tratar de que esa enfermedad crónica, progresiva y terminal no avanzara y al lado de la familia o de los restos de esta, también con ellos, tener un pacto de trabajo con reuniones amplias y de centenares de personas a otro ritmo en donde lo virtual reemplazaba a lo presencial y además no podíamos no estar.
Nosotros no podíamos hacer teletrabajo. Teníamos que estar y brindar vínculos, calidad de vida, esperanza como siempre. Era un homenaje a nuestra vocación y un llamado que nos hacia el otro.
Lidiar con nuestros miedos era una tarea y cada prueba de anticuerpos que nos hacíamos era una prueba de angustia que teníamos que superar. ¿Estariamos o no infectados? ¿nuestros familiares no podían ser contagiados?.
Se espaciaron los contactos personales, emocionales y grupales en relación con el tiempo anterior. Las tomas de temperatura dos veces por día a todos, la saturación de oxígeno, el uso de tests de anticuerpos como herramienta para ver si continuaba la negatividad de la posible enfermedad y la utilización continua de PCR para avalar la burbuja sanitaria de una institución fueron y son cosas de todos los días.
Aparecen nuevos profesionales como los infectologos que nos enseñan y, a la vez, calman nuestras ansiedades para tratar de mantener la burbuja sanitaria. También laboratoristas que miden o no la presencia del virus.
Además, los compañeros que se enferman. Contenerlos. Nuestros propios miedos, pero también nuestra responsabilidad profesional que nos demanda no ceder y trabajar desde esa herida traumática que es el COVID en una resiliencia que mueva nuestros deseos de ayuda y amor hacia el otro. No podíamos “tirar la esponja”. Era la prueba de nuestros días.
Sorpresivamente la retención de pacientes en la Institución fue del 100%. A pesar del Covid se percibían en un lugar seguro; en una comunidad de vínculos y esto era una fortaleza. El “enemigo” estaba afuera y ellos con nosotros habían establecido una alianza fuerte por la vida.
El COVID y la angustia
Lo que está sucediendo es un TRAUMA, que es un tajo, una herida que mutila dividiendo la vida en dos, son dos tiempos en nuestra vida: lo anterior y lo posterior. Vivimos desde hace un año en plena situación traumática siendo además un TRAUMA COLECTIVO que en sí mismo era inimaginable en el pre-20 de Marzo. Ahí triunfaba la tecnología, y con un teléfono éramos dueños del mundo. Nuestra omnipotencia nos dominaba. La ciencia y la Tecnología habían vencido todo.
No estábamos preparado para eso. Las ciudades desiertas que conocimos después del 20 de Marzo eran la imagen bíblica de un desierto sin esperanza. En un principio pensábamos que no había defensa posible para eso.
La omnipotencia cede. La impotencia, el desvalimiento, la intemperie crece. Miles de desamparados nos juntábamos en las ciudades más allá de las condiciones económicas pero con amplia repercusión en los más vulnerables: pobres, gente de edad y especialmente con patologías asociadas(diabetes, hipertensión, obesidad, etc.), adictos, enfermos mentales, y esa gran masa de muchedumbre solitaria de las grandes urbes.
No es un simple miedo es angustia. El miedo tiene un objeto exterior determinado del cual se puede huir; en la angustia la fuga deviene imposible y la experiencia del virus es la de una angustia colectiva.
La ciencia ha encontrado respuestas, pero todavía parciales.
La acción del virus dicen filósofos y psicoanalistas italianos recuerda la acción del terrorismo de la época de las Brigadas Rojas. Se mueve en los confines, no se puede identificar, es como un hombre que no diferencia amigo de enemigo. Cualquiera puede ser el transmisor y no podemos distinguir amigo de enemigo; con las Brigadas Rojas no se podía distinguir quien era quien, dicen nuestros amigos italianos.
Tipos de angustia
A. Angustia persecutoria
el riesgo de contagio nos persigue y nos defendemos con el confinamiento como forma de recuperar una cierta seguridad al precio de una perdida de una cierta libertad. ¿Es un estado de excepción? ¿Nazista o Stalinista? Pienso que no es una privación de la Libertad si no se la utiliza para otros fines espureos.
Se ataca a la Libertad anárquica (como las fiestas clandestinas). Desde mi punto de vista es la experiencia de la Libertad junto con la solidaridad. No es la renuncia a la Libertad porque sin solidaridad no hay Libertad. La salvación es colectiva, en conexión con el otro.
B. Angustia depresiva
El gran tema resulta ser el futuro…surge el futuro como un interrogante. ¿Como será el mundo del futuro?; la muerte, el destino de los más frágiles, los más pobres. No hay ningún grupo familiar que no ha perdido a una persona. La angustia depresiva daña la noción de futuro incluso se prevén menos nacimientos en el mundo abonado esto por las políticas antinatalistas que se proponen. Como decían los viejos en nuestra infancia ¿para que traen hijos al mundo? ...en referencia a ciertas situaciones de abandono e incertidumbre a los cuales se los iba a someter y sin tutelas válidas.
C. Angustia ante el cambio
El ser humano tiene una doble condición; por un lado busca lo abierto, el mar, la libertad pero al mismo tiempo teme lo extraño, el cambio, ama el muro .Prefiere la seguridad. Cuando se abre una comunidad vuelve a lo abierto y ahí vuelven las angustias.
Ahí en las aperturas se pierden los cuidados y paradójicamente desaparece el miedo y reaparece la omnipotencia. El coraje debe estar unido al miedo; solo el fanático tiene coraje sin miedo, el terrorista también.
La “peste” que vivimos no solo en el plano del propio COVID sino también en el aumento de las depresiones patológicas y del consumo de drogas y alcohol nos debe llevar a una Libertad con solidaridad. Rescatando el papel extraordinario de las Instituciones como la Escuela.
Este siglo ha sido una ola de desinstitucionalización. Se ataca a la familia, las escuelas y se las transforma en entes vacíos, las Iglesias, y en general todos aquellos que forma el tramado de valores y de transmisión de notas de vida. Aumenta la gente sola y sin anclajes.
Las pestes, Camus y Noé
Albert Camus muestra en su novela La Peste como una ciudad es invadida por una plaga en donde mueren de a miles. Un personaje de la novela es un religioso que dice que esta peste es producto de los pecados del Hombre y la venganza de Dios aparece. Es la representación de la Peste como una especie de Diluvio Universal como signo de la Providencia.
Luego a este religioso se le muere un niño en sus brazos y piensa como es posible que muera un inocente; esto no puede ser obra de Dios. En su Sermón habla de que el Mal es un Misterio; no se puede explicar, es un sin sentido, un absurdo.
Cuando la Peste abandona al pueblo y todos van a otros lugares el religioso se queda porque la misión del Hombre es ayudar a los más desprotegidos, los inermes, los desamparados.
Para Camus de todas las Plagas se aprende algo. Hay seres que admirar. Los solidarios que son los que tienen un compromiso incondicional con uno mismo y con los demás. La vida es algo concreto-dice- que está hecha de batallas algunas perdidas y otras ganadas. Los éxitos son pasajeros, nunca eternos.
La peste no solo simboliza la guerra sino también el mal que se expande cada día más en los corazones y que no permite al hombre dejar a un lado el egoísmo, el beneficio propio y la hipocresía que tanto le hacen daño a èl y a sus semejantes. Es un ataque al Individualismo total y al materialismo. No hay vida sin otros, con colaboración de personas a que le puede brindar su amistad, cariño y respeto, esperando reciprocidad.
En la Peste de Camus hay otro personaje central el doctor Rieux que es un ejemplo de solidaridad. Yo conocí a uno que mencione anteriormente y que se lo llevo el Covid. Como Director de un centro médico de excelencia me enseñó a diseñar burbujas, paradójicamente, para que los médicos no se contagien. Su ejemplo perdura en mí. Era el símbolo de la moral de la honradez de Camus: amor, comprensión, lealtad, fraternidad, integridad de cada ser.
No olvidemos la enseñanza bíblica Noé después del desastre Universal lo primero que hace es plantar una viña; o sea cree en el FUTURO, la noción de vida triunfa.
Dr. Juan Alberto Yaría
Director General GRADIVA-Rehabilitaciòn en adicciones