Cementerios a cielo abierto en las ciudades

COLUMNISTAS18/06/2023Redacción QuintaesenciaRedacción Quintaesencia
super hombre

Yarías

 

    “…han muerto todos los dioses …ahora queremos que viva el ‘Superhombre’… estamos desesperados, surge el ‘hombre enloquecido’”

    Nietzche, con comentarios de Heidegger

Mientras en el mundo tratan de liberar todas las drogas alimentando el comercio legal y fundamentalmente el ilegal – que la hace más potente y más barata -, las enfermedades crecen, el delito aumenta y la inseguridad convive con el horror y la muerte.

A la vez, aumentan cada vez más las bocas de expendio; se cancelan los discursos preventivos como los programas estables educativos desde los primeros años de vida, con la participación de adultos mayores y responsables de la crianza. Además, se cercena la habilitación de centros de tratamiento para pacientes cada vez más graves y con edades de iniciación que comienzan a los 12 años y que recién reciben su primer tratamiento mucho después, con daños en su personalidad y en el cerebro. Lo que trae aparejado déficits cognitivos y retrasos escolares o directamente abandonos de los colegios.

Nuevos fenómenos aparecen como el consumo intrafamiliar (entre hermanos) o entre padres, hijos y abuelos generándose una transmisión generacional de las adicciones.

Negocio redondo: prevención cancelada, escasa asistencia precoz y debacle de centros de rehabilitación. Aparece así lo que el maestro italiano Luigi Cancrini denominó el fenómeno de la inundación (consumo que crece sin diques). No haciendo prevención articulada; no fomentendo la asistencia precoz y llenando bocas de expendio e resultado es: pandemia consolidada.

Escuchar al otro ya parece no ser necesario en una sociedad que muestra la deshumanización creciente y la plusvalía como meta y en donde capitales legales e ilegales se enriquecen fomentando el genocidio y las enfermedades mentales màs graves.

¿La Salud pública? ¿Qué es eso? Escuchar los daños no es rentable. El hombre encuentra cementerios en las propias ciudades (calles atestadas de enfermos mentales, alcohólicos, desvalidos, des-familiarizados con colchones a plena luz, pidiendo limosna, vecinos defendiéndose de bandas, etc.) mientras la mirada del otro queda “ciega” ante tanta inhumanidad y barbarie. Nos acostumbramos al genocidio y a la intemperie.

Estamos generando “niños salvajes” como el misterio que nos devela “Kaspar Hauser”. Es el enigma que narran escritores y analistas del libro con la historia de aquel adolescente alemán del siglo XIX que misteriosamente muere: había tenido un origen desconocido, creció en cautiverio y en completo aislamiento. Eso nos pasa hoy con aquellos que, según la teoría analítica, crecen sin afectos y ternuras e incluso sin contacto.

El enigma de Kaspar Hauser: enseñanzas del no nacido

En Núremberg es encontrado un joven con una carta en la mano. Muchos lo quisieron adoptar, pero ya era tarde: solo podía comer “pan y agua” y decir dos frases “Kaspar Hauser”. Con el correr del tiempo se supo que no tuvo vínculos sociales, desconocía el lenguaje ni quienes eran sus padres. Su vida fue un misterio porque su propia existencia terminó en asesinato.

Se lo conoce en la teoría psicológica como el “síndrome de Kaspar Hauser” en que los niños crecen durante mucho tiempo sin afecto paterno/materno o incluso sin el contacto con otras personas.

Hoy hay miles de “Kaspar Hauser” que vagan por un mundo inhóspito. Ese “pan y agua” que piden para vivir son sustancias para huir a mundos imaginarios que los van deteriorando. La infancia está llena de abandonos y traumas no hablados porque el lenguaje parece estar cancelado, así como la ternura y las caricias.

Nuestra profesión es escuchar, hablar y vincularnos con alguien que no cree en nada más que en las sustancias aun sabiendo que se va deteriorando. Voluntad ya dormida que como zombie vaga buscando la “pócima” mortífera pero placentera (cada vez menos placentera) por un instante.

Leandra para mí siempre fue un enigma. Lenguaje callejero, distante pero afectiva. Me acerco a ella para conocer esa historia en donde vivió así siete años años en la calle. Le pido que lo escriba y lo veamos juntos. A los 13 años muere su padre de cáncer (figura muy significativa), cambian de barrio, de escuela, amigos y repite la escolaridad. Situaciones traumáticas una tras otra.

Cuando la conozco me regala un libro que había escrito el padre, una muestra de una medicina humanista y gran nivel académico. Se había muerto quizás un personaje central. Ahí nos debemos dar cuenta que los traumas en la adolescencia tienen una importancia grande. Crecer y adquirir una identidad es muy difícil con esta realidad.

Sola, sin padre, sin casa y con un novio consumidor; y con el “porro” y la cerveza como compañías.

«Me quedé sin las llaves de mi casa. El andaba en moto, chocamos y estuve un año sin poder caminar. Mientras tanto mi mamá no sabía nada de mí. Después llega el “nevado” a mi vida (porro con cocaína) y luego solo cocaína. Luego empieza el maltrato entre ambos y pido una perimetral poque la violencia era grande», relató.

Al final termina delirando y enfrentándose con la policía. «Más tarde – continuó -, me enamoré de un hombre 24 años mayor que yo. Los regalos diarios eran que me traía el postre (cocaína) todas las noches». Termina muerto de una septicemia por una infección generalizada.

“Me sentí – subrayó -, más devastada y empieza el consumo mayor y en delirio. Me peleo con la policía, pensando que estaban en la trata de mujeres y termino en un psiquiátrico. Finalmente, entro en tratamiento con ustedes. para resolver mi problema de consumo y de vida”.

Cuando terminó de leer su composición, lloró y agradeció. Pudo hablar, zurcir traumas y vincularse consigo misma profundamente.

Cuando era un estudiante adolescente conocí a un gran profesor, el doctor Raúl Matera (neurocirujano de excepción) que siempre me decía, recitando a Luigi Pirandello: “todo paciente es un personaje en busca de un autor”. Gran verdad y nosotros tenemos que tratar de develar esa novela humana que está detrás de la droga y el suicidio autoinducido.

El columnista es el director de GRADIVA, Centro de Adicciones.


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