“…uno de los mayores problemas de hoy (siglo XXI) es negar la existencia de
las personalidades antisociales” (Julián Marías-filósofo español)
El centro de la vida de un paciente dependiente a las sustancias es como conseguir la dosis, día a día. Esta palabra –“narco-centrismo”-me la mencionó un paciente de alta cultura que entregó su vida a esta cita diaria con su autodestrucción que era para él un encuentro con un placer cada vez más alejado de aquel inicial que encontró y a la vez, paradójicamente, odiado porque quiere no hacerlo, pero siente que lo debe hacer. Ama lo que le destruye. El centro de su vida era la cita diaria con el “dealer” y los químicos variados que brindaba.
El dealer o proveedor era la posta para encontrar y el dinero el “mana” del cielo que debía conseguir. La relación con el proveedor es una relación también erótica y de alto contenido de odio; también de sometimiento porque él le da un objeto necesario.
La necesariedad del vínculo se une a la necesariedad del químico que le da. Ahí surge el soborno y también soborno en el crédito de aquel que no tiene dinero pero que va a cobrar doblemente en primer lugar con la vida a retazos a la cual esto lleva y al mismo tiempo sabe cómo doblar la deuda con favores desde ser “carrier” o “rapiflet” de los pedidos de otros hasta intereses super-usurarios con amenazas de muerte de no cumplirse. El distribuidor sabe manejar los hilos de la amenaza y los resortes del Poder como Amo de las necesidades del otro.
Estos son verdaderos psicópatas en el manejo de las emociones y necesidades del otro con la frialdad necesaria para conseguir sus objetivos utilizando la inoculación del miedo como arma letal.
La vida transcurría en esta monotonía mientras su deterioro avanzaba. Descuido, comidas olvidadas, mucho alcohol, trabajos abandonados.
Para el místico la vida es un Don y una Gracia; su cita de todos los días es dar, transmitir la dadiva del vivir que agradece y transforma en donación. La vida del místico se resume en cuanto tengo que multiplicar hoy. La vida de un dependiente y de un “narco” es cuanto tengo hoy que recibir y cuanto tengo que sacar o sobornar al otro. Mundos diferentes.
Este “narco-centrismo” tiene sus consecuencias. Buscar un “plus” de placer no aceptando los limites de la naturaleza del cerebro y alterando funciones electroquímicas de esa maravilla de más de 100 mil millones de neuronas genera lo que se denomina el síndrome disejecutivo y progresiva mente se altera la memoria de trabajo, el control atencional, el control inhibitorio y la toma de decisiones.
Vemos pacientes que, con un cuadernito, siendo jóvenes, deben anotar todo lo que se dice en grupos porque tienen fallos de memoria de corto plazo, la atención es fluctuante, la inestabilidad emocional es permanente, el sueño quedo alterado por las alteraciones químicas del cerebro que durante meses soporto cambios del circuito circadiano (noche-día) y con un shock de neurotransmisores de excitación permanente.
El envejecimiento precoz cerebral es continuo hasta llegar en algunos casos a la demenciación en gente joven. La demencia es la estación final mientras su toma decisiones es cada vez más equivocada porque el CEO de nuestro cerebro esta en disfuncionalidad o ya con lesiones como es la corteza prefrontal y el lóbulo fronto-temporal. Nos vamos “animalizando”, ya que dañamos el plus que nos separa de los primates.
La toma de decisiones es cada vez más errática rompen con la lógica del sentido de realidad. Sus vidas se transforman en errores permanentes que comprometen su cuerpo, sus finanzas, a su familia y muchos terminan en la calle durmiendo en colchones viejos y ante el frio como escenario continuo. De ahí al suicidio hay un paso. Termina en una Anosognosia: no puede leer lo que le sucede dentro si (esta alienado) ni empatizar con el otro; entonces no escucha ni aprende y en una Anosodiaforia que es una indiferencia manifestada por el enfermo a una enfermedad que lo afecta.
Los daños diarios a su vida anímica y cerebral lo llevan a la perdida absoluta de motivación y a una depresión en donde la vida es una carga difícil de soportar ya que lleno de deudas económicas y morales (hijos abandonados, trabajos perdidos, etc.) buscan una crucifixión sin redención posible.
Ni siquiera pueden pedir ayuda en parte porque no cree y en parte porque la que le ofrecen es una desintoxicación de no más de 48 hs. que lo único que hace es a los pocos días aumentar la abstinencia y el craving (ansiedad y anhelo de sustancias). Él es también un “descarte” para la sociedad que en parte lo prohijó. El narco-centrismo inicial culmina en un suicidio-centrismo final.
La psicopatía
La demenciación es la estación final del consumo, pero la psicopatía es un evento que puede vivir el propio consumidor en su carrera adictiva en donde sus daños cerebrales atacan la neuro-moral (estructuras frontales -sitio de los altos ideales de la humanidad-) y no siendo un psicópata “per-se” tiene conductas amorales fruto de los distintos daños que tiene y en los contextos en los cuales vive.
Al mismo tiempo se encuentra su carrera adictiva con verdaderos psicópatas (el dealer y sus bandas conexas con sicarios cada vez más frecuentes) que muestran rasgos claros: frialdad, cosificación de las personas, sufren y hacen sufrir por su anomalía.
Saben imponer peajes y sobornos con un revolver como testigo de las amenazas permanentes. Lo que dicen se debe cumplir y el miedo y su inoculación es la profesión para lo cual se adiestran. La omnipotencia los lleva a dominar territorios y el dinero (“plata o plomo” decía el Maestro de ellos Pablo Escobar) operan como la verdadera Ley. Hay zonas enteras de nuestro territorio y de América Latina dominadas por estas facciones anti-Ley.
Productos de la anomia circundante (anemia de valores) se multiplican sin cesar en un mundo en donde la crisis de la Ley y sus referentes es notable. Los grandes psiquiatras los llamaban “locura moral”, manía sin delirio, estupidez moral. La lucidez les permite adelantar jugadas ante el otro y con la amenaza como eje central.
La palabra para el psicópata no tiene relevancia; el actúa. La acción suplanta a la palabra y la violencia está siempre ahí en todos los mensajes. Actúa y hace actuar inoculando temores permanentemente. El receptor se angustia ya que busca el psicópata ese “eco complementario”. En muchos casos inducen suicidios. En otros casos “hace hacer “al otro por ejemplo con muchos pacientes obligándolo a vender drogas solo con una mirada furtiva.
Como muy bien describe el Dr. Prof. Hugo Marietan en determinados momentos aparece la “tormenta psicopática” que llevan a masacres, violaciones en serie, homicidios brutales, perversiones sexuales y máxime si hay consumo de drogas que es un “lubricante” que utilizan a veces para determinadas acciones sin ellos propiamente dependientes a sustancias. La crueldad y la desmesura los acompaña, así como la falta de empatía.
El psicopata: emblema de hoy
El dominio de los territorios y la manipulación de miles de personas parecen ser los rasgos de carácter y los modelos de identificación para muchos por la ausencia completa de sentimientos de culpa y de remordimientos que se han consagrado hoy. El virus del Poder, la ignorancia y del fanatismo son sus aliados.
La pontificación del manipulador, el mentiroso compulsivo y el ego maniaco que disfrazan su odio al ser humano con un magnetismo acaramelado es moneda corriente e incluso relaciones sexuales despersonalizadas propias de la era Tinder.
La proliferación mayor de estos personajes es indudablemente fruto de un contexto-sociocultural que los precipita y los necesita para determinados menesteres (“barras bravas”, tribus urbanas, pandillas, soldaditos que se captan por pocos pesos o por drogas, grupos de choque de sectores del poder, etc.).
El doctor Yarias es Director general Gradiva – Rehabilitación en Adicciones