Según la tradición hindú, a partir de los 60 años, una persona está más abierta a las reflexiones filosóficas, a sentarse en contemplación y a hacerse grandes interrogantes.
En este 2024 donde la vibración energética tiene rangos cada vez más altos y podemos acceder al mundo espiritual a través de más herramientas que en los últimos 500 años; los adultos jóvenes están abriéndose tiempo y espacio para pensar sobre estos grandes interrogantes. Hablo del sentido de la vida, del para qué de la muerte y del cómo vivo.
La capacidad de reflexión ha aumentado, así como las posibilidades de cambio de estilo de vida. Adultos jóvenes que renuncian a trabajos de jornada completa, familias que dejan la ciudad en busca del campo o la montaña y niños que estando muy bien preparados no conocen lo que es una escuela; ya no son la excepción sino una marea de pensamiento disruptivo que no solo pensó distinto, sino que lo sintió en el cuerpo y lo encarnó, enraizó en una realidad material palpable.
Cuando nos animamos a mirar a la muerte a los ojos, cuando nos dejamos atravesar por grandes crisis o dolores emocionales y no nos auto sometemos a silenciar el cuerpo y la mente, entonces abrimos la puerta a correr nuestro punto de vista de una masa humana insatisfecha, adormilada y silenciosamente doliente, aunque audiblemente compensada.
Los grandes interrogantes no son para los adolescentes, que todavía no conocen de responsabilidad ni tienen biológicamente el cerebro lo suficientemente maduro como para distinguir que la vida no empieza y termina en sus padres.
Una vez que salimos del estanque de crianza y empezamos a probar recetas heredadas de cómo vivir y recetas intuitivas, estamos listos para preguntarnos y para oír de adentro hacia afuera la voz de la insatisfacción o la insuficiencia.
Si podemos aceptar que la muerte está dada y a pesar de nuestros esfuerzos diarios no podremos evitarla, preverla ni convencerla de un ratito más; también podemos aceptar la libertad, el tiempo y el espacio que se nos confió para ser usado, gastado y vivido.
El cómo queda a nuestro cargo y ahora que no hay un enemigo maligno que me viene a llevar a la oscuridad total, sino que Ella es parte fundamental del ciclo creación, sostén y destrucción, puedo elegir unirme a la marea de emociones que me hacen sentir más vivo y con más marcas de expresión en el rostro y a la marea de emociones que también me hace sentir morir, de tristeza, de miedo o de angustia.
Porque en el ciclo, después de la destrucción, hay un tiempo de sostén, de espera, de transición y vuelve a venir la creación, la construcción y el renacer. Y en ningún momento me fui de la vida, vivo y creo, vivo y muero. Esta es la transformación en vida que nos regalamos cuando abrimos la búsqueda, el diálogo, la investigación, la lectura y la escritura sobre los grandes interrogantes.
Eso sí, los adultos jóvenes tenemos que estar lo suficientemente cansados de la soledad, el dolor y el sin sentido para atravesar el miedo de empezar a preguntar. Pero como los preguntones ya son muchos y hay ejemplos de vida respondiendo en fotos y videos de las redes así como amigos y familiares más cercanos; el miedo al fracaso, al vacío social y a la caída libre del borde del cemento está bastante más suavizado, le conocemos los filos y hasta lo estamos abrazando.
La invitación es a no quedarte solo o sola, con las dudas adentro, la invitación es a salir un pasito a buscar tu respuesta, tu verdad, aunque sabemos lo provisoria que puede ser.
Y si te das cuenta que no podes, que los monstruos del miedo, el dolor o la tristeza son demasiado grandes para vos, podes pedir ayuda y sentir el cariño, la contención y la red que se teje a tu alrededor.
Honrando cada historia.
Sol Romero Acuña, Terapeuta Gestalt y especialista en duelos. Perfil de Instagram: @sol.romeroacuna.