Estimo que la muerte es tabú en nuestras tierras desde hace unos 600 años. Por lo que el silencio, la negación y la lucha indiscriminada contra ella han tenido el suficiente tiempo para enredarse en cada uno de nuestros actos cotidianos, en cada una de nuestras etapas y sobre todo para afectar la manera en la que vivimos las pérdidas.
Entre el 30 y el 50% de los embarazos no llegan a la doceava semana de gestación. Así se dice en términos médicos alopáticos. La muerte se cuela en las estadísticas y aunque insiste con su presencia todavía no podemos nombrarla.
Hoy no vengo a abrir un diálogo sobre lenguaje, sino a reconocer que el lenguaje es sólo la punta del iceberg. Voy a decirlo de nuevo usando otros términos para ver qué nos sucede al leer, pensar y sentir que cerca de la mitad de los bebés mueren en el vientre de sus madres en los primeros meses de vida. No hay culpables, generalmente no se puede evitar y así y todo cuando le sucede a una persona o familia en particular, es triste, doloroso, terrible, horrible.
Es la presencia de la muerte en el inicio de la vida. Y así como normalizamos las ecografías de control, también lo hicimos con silenciar la noticia de un embarazo hasta que se cumplan las doce semanas de gestación para seguir resguardándonos de la muerte y lo más importante resguardar a la sociedad en general.
Para la economía emocional de esta cultura está bien ahorrar en desilusión y tristeza. Lo que me gustaría compartir sobre el tema es que no hablar no significa no sentir. Muy por el contrario, se siente igual y además hay que hacer una fuerza opuesta para no expresar, guardar y reprimir lo sentido. Esto genera un estado de soledad y aislamiento que hace más terrible la pérdida.
Cuando una mujer conoce su estado de embarazo deseado, ya empieza la ilusión. Se crean imágenes en la mente, se enciende suavemente la llama del amor filial. Hormonal y físicamente ocurren cambios en la mujer. Y salvo en el aspecto físico al padre le ocurre lo mismo. Todavía no he escuchado mapadres diciendo, no me voy a ilusionar por las dudas fallezca el bebé en el vientre. El amor y la ilusión no se ponen en pausa o en espera durante 12 o 40 semanas. Suceden.
Con la generalización del uso de herramientas holísticas de sanación, autoconocimiento y reconexión emocional, sólo desde hace alrededor de 50 años se ha empezado a develar la cantidad de dolor, miedo y soledad que las familias guardan en secreto por el fallecimiento de bebés en el vientre de la madre.
En mi consultorio he acompañado el proceso de duelos perinatales donde cada integrante de la familia atraviesa por etapas de negación, enojo, frustración, tristeza y aceptación. Se expresan emociones, palabras, se sueltan ideales, exigencias y culpas. La pareja transita una fuerte tormenta que si no se define con claridad hace tambalear los cimientos de la relación. Con los días y semanas que tarda el proceso de duelo, el dolor va atenuando y de a poco el cielo se empieza a despejar. Mucho ayuda nombrar al bebé, simbolizarlo y tomarse un momento para despedirlo, para despedirse.
Mi propuesta es normalizar también el acompañamiento, la conversación, el procesamiento de este dolor tan desagradable como lo es la pérdida de un hijo. Que podamos abrazar como sociedad tanto la muerte como la vida. En la conversación íntima con amigos y familiares tanto como en las consultas médicas y terapéuticas.
Porque luego del proceso es más fácil recuperar la confianza, tomar nuevas decisiones, sentir amor profundamente y recordar lo sucedido como un evento dentro del orden de la vida. La muerte es parte de la naturaleza.
Y la pretensión de que el bebé no existió, nos daña, emocional y físicamente. El dolor no procesado nunca desaparece, por el contrario, se hace más visible usando disfraces más complejos.
La muerte no es evitable, lo que sí es evitable es la soledad que creamos a su alrededor. El dolor que genera la muerte no es eterno, sólo lo eternizamos cuando no lo procesamos.
Honrando cada intento y cada historia de vida.
Los acompaño con cariño,
Sol
Terapeuta Gestalt. Especialista en duelos y finales de vida.