Cuando la muerte pasa como ráfaga de viento en nuestra familia, sacude la estructura que la sostenía. Rompe la estabilidad que traía y abre la grieta por donde pasa el dolor.
Nadie elije esta situación y por más justificación, racionalización y paños fríos que se le quiera poner, el vacío que deja la persona que se fue se nota en el día a día y la tristeza aparece en el momento menos pensado.
Una manera amplia de mirar el paso de la muerte es a través del cambio. Porque ella es la representante de los grandes cambios en nuestra vida. Entonces hoy te invito a observar como manejas el cambio en tu vida, cómo lo has podido llevar adelante en otras situaciones.
Mudarte de casa, empezar un nuevo emprendimiento o tener un hijo son también grandes cambios en tu vida. Sabrás que toma tiempo y esfuerzo hacer un ajuste al nuevo barrio, paciencia hasta recibir ganancias y aún más paciencia hasta volver a dormir ocho horas seguidas.
Llorar la muerte y la ausencia de una persona querida también requiere tiempo, esfuerzo y paciencia.
Pero no todo es ni será tristeza y depresión. Si, estos son sentimientos y estados naturales de la despedida y hay que atravesarlos para ver qué hay más allá.
El ser humano tiene la capacidad de duelar, porque lo hace con cada cambio en su vida, desde que nace. Llora cuando deja de tomar el pecho de su madre. Cuando se queda por primera vez solo en el jardín de infantes. Cuando se pelea con una pareja y así en cada separación, en cada fin de lo conocido, en cada cambio.
Como el Sol asciende luego de cada noche, nueva fuerza, sabiduría y sobre todo un profundo amor surge de cada persona luego de transitar la despedida de un ser querido fallecido.
No es lo que más nos cuentan, todavía no es parte de la sabiduría popular, pero lo estamos empezando a recordar.
Volver a sentir amor después de la muerte, es también volver a sentirnos, reconocernos parte del ciclo y hasta parte de esta eterna fuerza que un día nos abrió los ojos para luego cerrárnoslos. Lo que sucede en el medio es digno de experimentar, en intensidad y suavidad. Dejarnos acompañar y pedir ayuda es honrar nuestra humanidad y su manera comunitaria de vivir la vida, en constante cambio, en constante flujo.
No hay buenas noticias cuando la muerte pasa por tu vida, pero en el renacer después del duelo, transformado como estés, tendrás nueva inspiración para seguir adelante al ritmo de la vida que se abre para vos.
Esta columnista es terapeuta gestáltica. Podés seguirla en su cuenta de Instagram: sol.romeroacuna.