“Un día entendí que para saltar alto, primero tenía que soltar todo”
GALERIAS06/06/2021Josefina EchezárragaCarlos Layoy, es libreño, tiene 30 años pero a los 16 años decidió dar un gran salto para cambiar su vida y gracias al apoyo de su mamá Martha Miriam y de sus hermanos Horacio y Franco, llegó a Buenos Aires para ingresar al Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD), donde pronto descubriría su pasión: saltar. Si bien en su carrera como atleta argentino lleva un largo camino recorrido, hace algunos días su nombre resaltó en la lista de quienes habían llegado a Ecuador y lograron destacarse. En su caso, obtuvo medalla de bronce. Carlitos, como le dicen sus amigos y lo conocen en el entorno, se tomó unos cuantos minutos para una entrevista telefónica con Quintaesencia.
Conocé la historia del saltador correntino, que decidió perseguir sus sueños, y a pesar de que no todos fueron logros, decidió volver a levantarse y hoy demuestra que el esfuerzo, la constancia y una meta clara que alcanzar, logran romper marcas.
¿Dónde comenzó todo?
Estudiaba en la Escuela Normal Valentín Virasoro de Paso de los Libres y ahí comencé a saltar Clasifiqué para los provinciales de atletismo, la primera vez que me fui a competir lo hice en Corrientes capital, todavía me acuerdo los nervios que tenía. Ganar ese Provincial me llevó al Nacional en La Rioja, en esa oportunidad, mi profesor me compró unas zapatillas, con clavos, no eran las específicas para saltar en alto, pero me permitieron mejorar mucho. Hasta ahí saltaba con lo que tenía, mis zapatillas de siempre o las de fútbol. En ese Nacional gracias a ese cambio, mejoré mi marca en 20 centímetros. Sé que ahí empezó todo.
¿Y después?
Seguí saltando, fuí a otro Nacional en Córdoba y también me fue bien. Ahí me dieron una beca que me permitía ayudar en casa, era un adolescente asi que ese dinero, era importante. En casa jamás nos faltó nada, pero a mí me hacía sentir bien poder colaborar. Luego llegó la propuesta de venirme al CeNARD, lo hablé con mi mamá y con mis hermanos, todos me apoyaron, así es que decidí venir. Me acompañó mi mamá, salimos de Libres con un bolso y un mapa que abrimos en Retiro, para llegar hasta hasta acá (en referencia al Centro de Rendimiento), esa imagen aún la tengo muy presente.
Ese fue el primer salto de Carlos -un salto de vida-, que deben hacer quienes deciden perseguir sus sueños, dejando atrás muchas cosas y comenzando una vida que lo llevaría a conseguir títulos y medallas, poniéndolo en los podios de sudamericanos y un sinfín de competencias. Pero sobre todo a entender que los logros se consiguen cuando uno está bien física, mental y emocionalmente.
¿Qué es ser atleta de Elite en Argentina?
Es un trabajo de todo el día y de todos los días, la vida gira en torno a entrenar, practicar, realizar trabajo táctico, ir a kinesiología, cuidar la alimentación, todo está relacionado, no es un trabajo común que terminás y te olvidas. Además, en mi caso estudio Profesorado de Educación Física, así que el día comienza temprano y uno está todo el día enfocado. Ser atleta no es fácil, no jugamos al fútbol o disciplinas que tengan la atención de los medios, asi que todo se hace cuesta arriba. Eso lo entendés con el tiempo.
Leímos que un día entendiste que para romper tus propias marcas debías saltar sin presiones, ¿cómo fue ese proceso?
Había tenido que tomar decisiones difíciles, invertir e irme a Brasil para probar porque allí, todos estaban avanzando. Quería entrenar con los mejores, pero debía invertir de mi bolsillo y así lo hice. Eso me puso en una situación de autoxigencia, saltaba presionado, saltaba porque debía conseguir mejorar. Un día me di cuenta que era la cabeza la que estaba jugando un rol más que importante, estaba jugando en mi contra, estaba bien físicamente, pero estaba presionado, asi que en una competencia dije: 'Voy a probar saltar sin presiones, si me tiene que ir mal que me vaya'. Solté y salté.
Fue cuando me di cuenta que siempre hay dos caminos, uno elige, comencé a saltar sin presiones y los resultados comenzar a llegar. No fue fácil entender eso, tuve que caerme muchas veces para comprender que las cosas dependen de uno, estamos muchas veces acostumbrados a echar la culpa afuera pero un día, te das cuenta que está en vos hacer los cambios.
¿Qué sentís cuando saltás?
Carlos suspira y toma una bocanada de aire antes de comenzar a responder, como cuando empieza a correr para saltar, luego su voz se torna dulce, alegre y dice: Es adrenalina, la adrenalina más linda de todas, el salto en sí, dura una milésima de segundo, pero cuando estás ahí lo sentís todo, absolutamente todo. Cuando estás bien, sabés con todo el cuerpo que fue un buen salto, es felicidad, suelo pensar que es un poco como volar. Uno se prepara meses, años, para esos segundos, creo que entre que empiezo a correr y caigo, deben haber no más de tres o cinco segundos, estar en el aire es una experiencia hermosa, que concentra toda la felicidad en microsegundos.
También sentís esa cosa de decir, ¿qué estoy haciendo? Es una mezcla de emociones porque sabés que si algo sale mal, el resultado puede ser una lesión o cosas peores. Lo sabés pero cuando estás ahí, al menos yo, lo disfruto.
Su respuesta, es detallada, como si cerrara los ojos y la reviviera, lo que le permite a esta cronista tratar de comprender la emoción, el sentir de alguien que, desde hace más de 11 años, encontró en el atletismo mucho más que un trabajo.
El salto en sí, dura una milésima de segundo, pero cuando estás ahí lo sentís todo.
Lograste el bronce en el Sudamericano que se realizó semanas atrás en Ecuador, ¿qué significa estar en el podio?
Alegría, es llevar una medalla para mí país, es decirles: ¡Lo logré!, a todos los que creyeron en mí desde el 2017 a esta parte, gente que estuvo en esos días, donde todos creían que era el final de mi carrera deportiva. Hay mucho todavía por andar.
Zapatillas, un símbolo y una enseñanza
Carlos lleva saltando 11 años, una carrera que incluye igualar la marca argentina de salto en alto de 2.25 metros en el 2018 en Cochabamba, o el Sudamericano donde alcanzó los 2.21 metros. El deporte, hoy tuvo cambios imprevistos que corren por carriles diferentes a los logros deportivos, es que las redes sociales, juegan un rol un tanto complejo y difícil de entender. Este año, los Sudamericanos de Atletismo para los atletas argentinos tuvo una nota de color, además de los 17 atletas que habían sido seleccionados para ir a Ecuador, Argentina desembarcó con un vuelo donde viajaron más de 50 atletas de diversas disciplinas que lograron llegar por la acción del influencer Santiago Maratea, quien en pocos días logró reunir el dinero para pagar el chárter privado para el grupo.
El joven influencer, que también fue a los Sudamericanos, usó su poder de fuego para hacer conocidos a los deportistas mediante historias en las que le solicitaba a sus seguidores que sigan a los atletas, para que ellos puedan aumentar seguidores y así ser vistos por las marcas deportivas que hacen de sponsor, un punto clave en el deporte de elite.
Un día, a la salida del hotel, Carlos y Santiago charlaron unos minutos: "Me preguntó que hacía y si tengo sponsor, le cuento que se me habían roto las zapatillas y que Mateo Ferrari, mi compañero y amigo que había llegado en el vuelo chárter, me había prestado sus zapatillas para poder saltar, asi que él era mi único sponsor”. El resto es historia conocida, Carlos con su sonrisa amigable, comenzó a subir en seguidores de a miles por minuto.
Pero, ¿qué hay realmente detrás de aquella zapatilla que, caprichosamente, decidió despegarse en un momento crucial?
La cosa fue así, faltaban tres días para que comiencen el Sudamericano. Estaba entrenando y en un momento, la zapatilla se despega, es una zapatilla especial, sin ella estaba directamente afuera. Lo primero que te pasa por la cabeza es querer enojarte, pensé en esto que te decía antes, tenía dos caminos, enojarme sentarme en el piso y largarme a llorar, ó sea rendirme, o comenzar a pensar alternativas. Dije, bueno la puedo arreglar pegar y jugármela el todo por el todo. Sabía que el arreglo me iba a dar para saltar una o dos veces, asi que empecé a pensar en una estrategia, pedir las alturas máximas y tratar de hacerlas en los primeros saltos. Mi cabeza fue a mil en poco tiempo. Lo único que sabía es que yo iba a saltar.
Después me acordé que Mateo tenía una zapatilla vieja que me quedaba, él aún estaba en Buenos Aires, le escribí le dije: “Tráeme tus zapatillas viejas, las voy a necesitar”. Me las trajo y con esas salté y me subí al podio.
Decidí contar lo que había pasado porque era así, real. Duele que las marcas miren tus seguidores y no tanto tus logros deportivos, en mi caso la verdad es que no subo casi nada a las redes, trate de hacerlo, pero estoy todo el día entrenando, estar con el celular me quita tiempo, tiempo que necesito para practicar o estudiar. Entonces decido no entrar en esa.
¿Qué pasó después?
¡Una locura! Los seguidores, los mensajes y las llamadas no pararon. También llegaron las marcas, eso está bueno porque finalmente lo que necesitamos es que nos ayuden En mi caso, hacía varios meses estaba intentando comprar las zapatillas pero no las conseguía, ahora este empujón lo hace más fácil.
No dejo de sorprenderme como una sola historia de Santiago logró cambiarlo todo, es algo impresionante, tengo miles de mensajes sin responder, trato de hacerlo, pero se acumulan muchísimos, asi que pido disculpas si no respondo a todos.
¿Qué enseñanza te dejó?
Que las cosas cuando tienen que ser, simplemente suceden. Pasaron muchas cosas, coincidencias, le podemos decir, que me obligaron a usar todas las herramientas que fui adquiriendo en estos años. Usar la cabeza, calmarme cuando siento que estoy al límite, pensar en positivo, saber que mi meta era saltar y que de algún modo eso iba a pasar. En este caso fueron las zapatillas, pero estas cosas nos pasan todo el tiempo, en lo deportivo o en la vida.
En la entrevista, cuando hablaste de cuando comenzó todo también mencionaste tus primeras zapatillas, como una marca.
Si, las recuerdo muy bien, porque con ellas aprendí que podemos entrenar, tener la capacidad, la técnica, pero también necesitamos de otras cosas para avanzar.
A los saltos
Hablemos de tus saltos, los deportivos y los de vida ¿Cuáles fueron tus saltos más importantes?
Los deportivos como te dije, antes Cochabamba 2018, cuando igualé la marca 2.25 metros y los 2.21 metros en el Sudamericano. Pero personalmente, Cochabamba fue sin dudas la más importante para mí.
Y mi salto de vida, fue en el 2017, había tenido lesiones, estaba mal, comencé a pensar en dejar todo y buscarme un trabajo, no podía entrenar no podía hacer nada y estuve en mi habitación un tiempo, sin definiciones. Un día entró mi amigo compañero de cuarto, me dijo: “Así no sumas, estás restando, si vas a seguir así te vas de este cuarto”. Lo miré y le dije: Tenes toda la razón. Me levanté de la cama y me fui a llamar a un entrenador de jabalina, le pregunté: 'Querés entrenarme, quiero empezar todo de cero'. Había decidido a volver a empezar pero desde otro lugar, con otra cabeza, dedicándome al 1000 si era necesario. Me fije metas, tiempos, trabajé muy duro, di ese salto que fue el más grande de todo, porque empezar de cero, en algo que hice toda mi vida pero ese fue realmente difícil.
¿Entonces tu salto de vida te llevó a alcanzar los logros deportivos?
Sí, así fue.
Notas al margen
La entrevista con Carlos, duró un tiempo largo, convirtiéndose en momentos en una charla de café, como él la denominó. Conocer su historia, permite no solo admirar más a los atletas argentinos que dedican su vida al deporte, sino también observar como aquello que se aprende en otros ámbitos logran aplicarse a la vida.
Carlos tiene 30 años, destaca que aún queda mucho camino por delante, se prepara para recibirse de profesor de Educación Física y sigue persiguiendo sueños.
Sus palabras, su pasión, se convierten en un aliciente, en tiempos donde el miedo a saltar puede paralizar hasta al más valiente.