Hablar de la convivencia nos lleva a revisar de fondo, el dilema más antiguo de la humanidad; mismo, que ha sido a la vez, el origen de la armonía relacional… y de todas las guerras o conflictos de nuestra historia, pues conlleva el reto de compartir creencias, territorios, recursos naturales, económicos y emocionales.
Convivir: Vivir Con Otros.
Vivir con otros de manera amigable, productiva y de largo plazo… es finalmente, el anhelo del alma, e implica estar dispuestos a compartirnos mutuamente como seres espirituales en una experiencia humana… ésta oportunidad única para crecer y crear vida en todos los ámbitos de la existencia.
Así las cosas, la experiencia de relacionamiento interpersonal, inicia con el encuentro, ese primer momento de verdad, donde nos sentimos atraídos y con una percepción de empatía, afinidad e identidad de valores, intereses y verdades frente a la realidad.
Iniciamos entonces, el proceso de conocimiento mutuo… y ojalá con ojos de investigador, buscamos conocer al otro y darnos a conocer; socializando nuestras historias de vida, luces y sombras de un pasado que nos define y que traemos al presente de una relación que nace… y como todo lo recién nacido, requiere atención, presencia, paciencia, persistencia, amor y humor.
Pasa el tiempo y la empatía, deviene en alegría o complicidad en la cotidianidad, lo que interpretamos como la felicidad, expresada en términos de creatividad, seguridad y confianza con las otras personas.
La relación va madurando y ese “enamoramiento inicial”, mediado por nuestra bioquímica fisiológica, pasa al siguiente nivel y se manifiesta en la convivencia, en el compartir la vida real… en tiempo real; Presentes en el presente… en el aquí y el ahora, donde orgánicamente suceden las relaciones humanas
Y empezamos a compartir también nuestros miedos; al abandono, a fracasar, a no ser suficientemente buenos, a la soledad o a la muerte; Miedos que aprendimos a gestionar o no, en la familia de origen y que llevamos al plano de nuestras relaciones para enriquecerlas o empobrecerlas respectivamente.
De otra parte y con el mismo origen, aportamos a la relación nuestro manejo asertivo o no, de la ira y la tristeza, emociones de supervivencia y adaptación, que pueden sumar o restar en la calidad y calidez de nuestras relaciones, al momento de afrontar las diferentes circunstancias de la vida compartida.
Afortunadamente, también traemos alegría en el corazón, una emoción que revelamos en la Comunicación con Amor y nos permite aportar a la relación perspectiva, humildad, humor, aceptación, perdón, compasión, gratitud y generosidad para cultivar el amor y la libertad en las pequeñas cosas de la convivencia cotidiana... que son, las bases para cultivar relaciones humanas armónicas y de largo plazo.
¡Soy Silvia Florencia Pachón Garrido y les dejo un abrazo ConSentido!
La columnista es Psicóloga Organizacional, Mentora, Conferencista y Tallerista in/out door.
Para contactarla, podés escribirle a [email protected].