Pandemia y aumento de consumo de sustancias tóxicas

COLUMNISTAS 28/03/2021 Redacción Quintaesencia Redacción Quintaesencia
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Josefina Echezárraga Asesora de imágen (17)

“Capacidad de amar y trabajar, son las bases de la salud mental” (S. Freud).

“…Quien tiene Ciencia, Arte o Religión está salvado” (Goethe).


Hay dos revoluciones en marcha para la “sanación” de la comunidad ante tanto dolor y pérdidas durante el 2020: la revolución de la Hora de Clase y la vuelta al Colegio y la paulatina también vuelta al trabajo. Sin escuela y sin ir a trabajar miles y solo monitoreando el mundo desde una computadora o un celular quedamos encerrados en una “burbuja” con el pánico de los noticieros dando noticias y mutilados del mundo habitual que nos modela y que es el reservorio de modelos identificatorios: La Escuela y el Trabajo. Junto a ellos una familia en crisis.

Todo esto que vivimos trae consecuencias: depresión, jóvenes en la calle, familias caotizadas, aumento de la criminalidad y fundamentalmente la pérdida de la noción de futuro y de sentido y direccional del vivir. Mucha gente de la tercera edad adelantó su envejecimiento cognitivo, atencional, de memoria y físico cuando paralizados por el miedo se quedaron en casas e incluso sin darse cuenta llamando al virus del Covid con ventanas cerradas.  

 Vivir no es vagar ni contestar mensajes por celular o quedar horas en la play-station. Vivir es crear siendo la Escuela y el Trabajo el sitio del amor y la pasión por la creatividad. 

La rebelión masoquista de los frustrados

Los que trabajamos en el tratamiento de adicciones hemos hallado en el último año un aumento de consultas (sin todavía datos estadísticos de distintos organismos) pero respaldados por la soberana clínica de todos los días y por los diversos ateneos médicos y psicológicos con otros profesionales con los cuales participamos. 

Aparecen nuevas dimensiones del fenómeno adictivo que podríamos resumir de la siguiente manera: 

a. Aumento del consumo y un agrandamiento de las redes de comercialización con novedosas formas hasta ahora nunca vistas. El Estado ampliò su radio de acción a controles propios de la pandemia y esto fue aprovechado por grupos delictivos; 

b. Pacientes que “inventaron” redes de venta con circuitos móviles y tecnológicos de contacto como servicios de mensajería entre distribuidores con aplicaciones en celulares que se borraban ni bien era leído por el otro mensajero que debía hacer el trabajo de transporte. Consiguen la venta al narcomenudeo con sistema de “take away” y entrega a domicilio usando comunicaciones encriptadas;

c. Plantaciones propias de marihuana que no solo eran para consumo personal sino para la venta barrial y con trueque por otras sustancias. Además, la pandemia tuvo como efecto colateral la generación de pobreza e indigencia con mano de obra necesitada de dinero para tratar de conseguir algún ingreso;

d. Intercambio de drogas como venta en “combo” con oferta de sexo y mujeres como signo de transacción de acuerdo con la cantidad vendida (a mayor cantidad de droga vendida más  mujeres como transacción para pasar la noche), de la misma manera transacciones en “cuevas “de drogas y dólares como intercambio. La perversión tiene rostros miles en este momento;

e. Aumento de las patologías depresivas en la población (ligado al confinamiento, quiebras laborales, falta de ocupación incluso en los ocupados ya que muchos de ellos no trabajan desde hace un año en determinadas oficinas públicas) y consecuentemente el aumento del uso de tranquilizantes usando perversamente el uso de recetas digitales trucadas incesantemente; así el aumento de ansiolíticos y opioides se ha incrementado;

f. Pacientes paralizados en pánico convertidos en “carne de cañón” de noticieros y “fake news” que abandonaron toda actividad mental, física, contactos personales, emocionales y faltos de encuentros vitales con las organizaciones laborales de las cuales habían formado parte perdiendo toda pertenencia que es una de las bases de la identidad;

f. El gasto mensual aún en jóvenes va desde los 30.000 pesos hasta los 100.000 incrementando una economía negra y la reyerta entre bandas en los barrios usando mano de obra desocupada y muchos expresidiarios o condenas en suspenso;

g. Adolescentes desescolarizados y sujetos a la tecnología en un marco de soledad que fomentaba la melancolía y la adicción a videojuegos sin proyecto ni maestros que les indicarán un modelo identificatorio ni al libro como Maestro de la vida. Surgen seres vacíos con agujeros contorneados por la angustia que luego los sumerge en las tribus urbanas y suburbanas en fiestas privadas con uso de estupefacientes.

h. En los hogares pobres la falta de escuela pareció ser una pérdida significativa ya que la escuela proporciona a muchos un modelo identificatorio que se contrapone a modelos decadentes que reciben desde la calle o incluso, lamentablemente, en la propia casa. No solo por las tres comidas en el doble turno o al menos el desayuno y el almuerzo sino por lo que significa la regularidad que la cultura escolar proporciona. Ahí surge la calle como una de-socialización permanente. Muchos quedan captados por los “punteros barriales” que son verdaderas organizaciones.  

i. Aumento de “caotizaciones” familiares en donde el orden normativo desaparece y los vínculos sufren un deterioro con distintos familiares complicados en el consumo de drogas siendo esto el margen máximo de la desestructuración de las personas y la cultura. La cultura es el baluarte de la vida. Padres o hermanos compartiendo el consumo anuncian la caída de todo orden de humanidad y de los modelos identificatorios.

j. La vuelta a la “hora de clase” en estas semanas ha sido quizás la revolución necesaria para desterrar el virus de la soledad, la ignorancia y el fanatismo que invade a muchos. Es la vuelta a la palabra, la escucha, el encuentro grupal, la necesaria salida de la familia y de la calle (base hoy de la de-socialización enfermante). Es el inicio de la búsqueda del sentido que es la base del buen vivir que surgen del contacto con personas significativas en la infancia y en la adolescencia. Nuestros abuelos vinieron de una Europa empobrecida y perseguidos, pero tenían una cultura introyectada basada en las transmisiones familiares, una ética sólida y una cultura del trabajo que fue la base de nuestro país.

 El desarío post-pandemia

No nos salvaremos si la escuela es solo una transmisión de informática, inglés o cultura empresarial. Esto es importante, pero, en segundo lugar. Debemos restaurar el pacto generacional entre padres e hijos; maestros y alumnos como bases una cultura que funde una “querencia” y un lugar en el mundo.

 Una figura prestigiada en valores en la escuela deja una “huella” imborrable para el resto de nuestros días. Ahí se “enciende” la pasión por el saber (Massimo Recalcatti) y el deseo vivo que de frutos y rompa el Ego y nos encuentre en el Amor como verdadera caída del egocentrismo.

 Los jóvenes que se refugian en la droga están vivos biológicamente, pero muertos en el deseo de que fructifique. Cuando la vida biológica va acompañada de un deseo “vivo” que multiplique y de frutos ahí la vida se hace sentido porque se enciende el deseo y mueren las perversiones y las toxicomanías. 

Frente a un mundo futuro puramente tecnológico si no tenemos un humanismo integral podemos ser devorados por las máquinas. La escuela no puede morir (incluyó a la Universidad). Salir de la hipnosis telemática y televisiva y encontrarnos con los valores que hacen a la vida e incluso renunciando a lo vil .Las sociedades se estructuran desde la renuncia a lo vil e insulso.

Si estamos vacíos de cultura, palabras, relatos de maestros significativos la tecnología nos tragara y quizás triunfe la cultura del “descarte”. Muchos sobrarán y serán carne de cañón de las tareas ilegales.

Las sociedades se constituyen (enseñanzas de nuestros abuelos y de la historia de la Humanidad) con amor filial y conyugal, maestros y profesores en un enclave institucional pleno de valores como es la Escuela y la cultura del trabajo.

 Ley que se va interiorizando a través de encuentros nutricios   y ahí no necesitaríamos tantas Leyes penales que no se cumplen o se evaden con perversiones. De lo contrario el “virus” de la ignorancia , el fanatismo y la soledad nos invadirá.

Dr. Juan Alberto Yaría

Director General GRADIVA - Rehabilitación en adicciones

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