Cuidar de nuestros mapadres

COLUMNISTAS 04/05/2024 Redacción Quintaesencia Redacción Quintaesencia
compensacion-recibe-pago-por-cuidar-a-tus-padres

sol

El ciclo de la vida se manifiesta también como ciclo de crecimiento y madurez de una familia. Si observamos un espiral familiar, como me gusta decirle, llega un momento en que la madre y el padre dejan de tener el rol de cuidadores de los hijos y comienzan a necesitar cuidados. Así también las hijas e hijos dejan de recibir cuidados de sus padres y empiezan a tener la responsabilidad de cuidar a sus progenitores. Es una inversión de roles de la cual no se habla tanto en nuestros días, pero es una realidad que cada familia transita muchas veces en soledad y resolviendo continuas emergencias con parches que muchas veces dejan marcas emocionales profundas y una toma de decisiones enajenada de verdaderas intenciones. 

Hoy les propongo un momento de reflexión sobre este ciclo y traigo la noción del diálogo intergeneracional como un camino hacia el acuerdo, el consenso y la oportunidad de decidir más que reaccionar. Sé que es difícil hablar del decaimiento del cuerpo, del deterioro mental y de la pérdida de independencia cotidiana. Más es una situación que todos vamos a tener que atravesar y qué más hermoso caminar hacia la construcción del Buen Recibir. Sentirse amado por nuestros familiares y dejarnos acompañar de diversas maneras durante nuestra vejez, es también recoger el fruto de una larga vida de atenciones, cuidados y sostén económico hacia los hijos, los sobrinos y nietos y en general hacia los más jóvenes. 

Y como hijos adultos, también es un regalo de la vida, poder pasar más tiempo con nuestros ancianos. Mimarlos, cuidarlos, escucharlos y disfrutar de un presente lento y lleno de recuerdos. 

Cuando desarrollamos paciencia y un punto de vista ampliado sobre el ciclo de la vida, también nos animamos a tomar decisiones en pos de la calidad de vida y en detrimento de prolongar la vida con sufrimiento y sobre intervención. 

Acompañar a nuestros ancianos no es una etapa color de rosa, como tampoco lo es el puerperio, pero lo único que nos va a quedar después del inminente fallecimiento es la memoria de lo compartido, si estaban todas las partes presentes para hacerlo. 

Como última reflexión quiero reconocer el gran trabajo que hombres y mujeres hacen día a día, sin ser vistos, en el cuidado diario de su madres y padres. Y nos llamo -como sociedad-a apoyarnos mutuamente para atravesar esta etapa con menos soledad, confiando en las amistades, aprendiendo a pedir más ayuda y encontrando el borde del límite sano para el cuidador familiar. 

Soltar la culpa y los “debería” que nos trae la mente será más liviano en el proceso de duelo tras la partida de nuestros padres, si pudimos hacernos el tiempo y el espacio para compartir con ellos, de corazón, mientras estuvieron a nuestro lado. Y saber que siempre, siempre, lo que hicimos -por mucho o poco que parezca- es lo mejor que pudimos haber hecho. 

Sanar en la muerte nos trae la consciencia de que la muerte no es un instante, sino un proceso que ocurre antes y después del fallecimiento de una persona donde podemos re encontrarnos con nosotros mismos, crecer, amar y comprender por experiencia propia, la eternidad del ciclo. 

Honrando la vida y la muerte, con mucho cariño. 

 La columnista es Terapueta Gestalt. Especialista en duelos y finales de vida. 

Te puede interesar
Lo más visto

Recibí buenas noticias, buenas historias en la bandeja de entrada de tu correo.