Adicciones y familias

COLUMNISTAS 21/05/2022 Redacción Quintaesencia Redacción Quintaesencia
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Nos llama cada vez más la atención a los que trabajamos en Gradiva la importancia cada vez más creciente de las redes de distribución de drogas con múltiples vías tecnológicas (wapp. Instagram, Facebook, la utilización de mercados pagos, la venta tipo Rappi, etc., etc.) y las vías de financiación que el “dealer” propone. Son verdaderas organizaciones que saben manejar el miedo, la extorsión y que van induciendo a una dependencia cada vez mayor. 

Dependencia a las sustancias y dependencia al “dealer” que establece “mandados” como prenda para prometer algo más. Estos mandatarios hacen llevar drogas en muchos casos incluso a familiares a cierto destino cuando alguien de la familia tiene una deuda importante o incluso con las mujeres sacian su antisocialidad con sexo incluso en grupos. Bestialismo al por mayor.

 No solo sacian la dependencia, sino que además dominan la vida de todo un grupo. Verdaderas sociopatías instaladas en el medio de la sociedad. El manejo del miedo a través de la extorsión es clave en estas sociopatías instaladas en el centro de nuestras comunidades desde las Villas de Emergencia hasta Palermo Chico; da igual ya que ahí viven y desde ahí aumentan su reinado.

 A mayor deuda el financiador se va apropiando del cliente y también de la familia. Ahí no hay límites, triunfa la desmesura y lo ilimitado mientras un baño de soberbia y omnipotencia parece ser el “aura” protector de estos nuevos dueños de las existencias ante débiles y sometidos con un cerebro y una personalidad domadas por sustancias que precisamente alteran las zonas de la libertad (lóbulo frontal, por ejemplo).

En defensa de lo humano

Vale recordar a Chesterton-eximio escritor inglés y reconocido por Borges como ejemplo de literatura y periodismo- cuando afirmaba que había que defender «las sagradas limitaciones del hombre» contra «el vuelo ilimitado del superhombre», pues son la condición necesaria para que haya libertad en el mundo.

El escritor español Juan Manuel de Prada (editorialista del ABC) nos enseña:” Lo característico de la existencia humana es la existencia de límites (empezando por el límite temporal). Los límites son los que definen y determinan nuestra andadura terrenal, la arquitectura con la que damos forma (sentido) a nuestra vida, que de lo contrario se convertiría en una materia informe. Del mismo modo que una valla y una podadera dan forma y sentido a un jardín (que, de lo contrario, se precipitaría en selva inextricable), lo que garantiza una vida humana plena es la asunción de unos límites”. Todo esto parece fallar hoy.

La figura del Padre, la existencia misma de la familia y del vínculo libidinizante y salvífico con la madre están hoy en discusión. Sobra el Hombre muchos dicen ya que al fin y al cabo un conjunto de espermatozoides lo pueden suplantar mientras desde el extremismo radical surge el grito de “Muerte al Macho” como la “Solución Final”. Cuando el vínculo familiar empieza a fallar nuevos “Padre-Padrone”, nuevos “Patrones del Mal” se apoderan de los territorios ante multitud de solos e indefensos. Territorios humanos sin limites en donde vale todo porque la Ley que se transmite desde las familias ya casi no existe.

 Así nos sigue diciendo Chesterton  en su novela “La taberna errante” retomando un mensaje bíblico en donde el villano de la novela, en cambio, considera que los hombres no deben aceptar  límites, y acaba prohibiendo las tabernas y nos dice “Dios hizo libres a Adán y Eva cuando les dio un límite (el árbol del conocimiento del bien y del mal); y cuando Adán y Eva transgredieron ese límite, pensando ilusamente que eran superhombres, se volvieron esclavos, porque se tropezaron con una inmensidad en la que terminarían naufragando. Del mismo modo, la autodeterminación nos transmite un espejismo grotesco de omnipotencia; pero esa ilimitada autonomía acaba sumiéndonos en un extravío que nos torna más débiles y nos empuja a aceptar cualquier guía arbitraria”.

Allá donde “no existe un límite bien definido, la vida se convierte en un páramo inmenso, en un carrusel que marea y confunde; y en medio de ese páramo o carrusel donde las cosas no están bien definidas, donde no existe la contención, es más fácil imponer mandatos absurdos o arbitrarios”.

 Sólo los límites garantizan la libertad del recinto; allá donde no hay límites, la ley de la selva establece sus designios, prohibiendo o permitiendo las cosas más arbitrarias, para hacernos creer que de este modo no naufragaremos en la inmensidad inabarcable a la que hemos sido arrojados.

La autodeterminación mal entendida se convierte así en la premisa necesaria para la tiranía de los nuevos “Patrones del Mal”. Nos dice De Prada:” primero embauca al ser humano con el “caramelo” de una existencia sin límites; y cuando el ser humano se pierde en esa inmensidad ilimitada le impone los límites más caprichosos, con la excusa de curar su extravío y desconcierto”. Los mandatos desquiciados e ilógicos necesitan, para imponerse sin resistencia, de hombres que se crean ilusamente Dioses (el consumo de drogas facilita esta creencia omnipotente y al mismo tiempo asegura la servidumbre de ellos mismos a los Amos de la química que distribuyen).

La vida familiar: ancla de lo humano

La vida familiar es el primer Estado Presente (Chesterton) y luego la escuela (a veces ausente o descarriada). La familia educa, la escuela instruye. Son la base del capital humano de los pueblos y la barrera cultural ante las perversiones cautivantes que rondan nuestras existencias.

 Cuando Ludwig W. Erhard, ministro de Economía responsable del milagro alemán advertía de los costos futuros de las nuevas generaciones al canciller K. Adenauer; este le respondió con un argumento muy sencillo: “mientras las personas se casen, formen familias y tengan hijos usted no se preocupe como pagaremos”.

 La familia como transmisora de vida ya sea la tradicional, la ampliada, la monoparental, la ensamblada; pero familia al fin es un vinculo de vida, amor, donación y que tiene también decisivas consecuencias sociales y económicas ya que es el origen del capital social y humano de los pueblos.

 Los tiempos parecen ser difíciles ya que el niño como promesa de trascendencia de los padres y de justificación de la existencia en la alegría de la transmisión de valores y guías parece haber dejado de ser un objetivo; en Argentina durante el 2020 los hijos nacidos vivos han bajado un 14,7% en relación con el año anterior y un 31% con relación al 2014. Es la menor cifra de niños nacidos en las últimas décadas (Notivida). 

Al mismo tiempo aumenta el envejecimiento de la población debido sobre todo a la crisis de la natalidad con las consecuencias que se derivan para la productividad, el ahorro, la inversión y los costos públicos en farmacias, enfermedades crónicas, discapacidad, etc.; además complica la supervivencia de los sistemas jubilatorios. Similares situaciones ocurren en Europa en donde la natalidad decrece, el envejecimiento aumenta y poblaciones de migrantes, por ejemplo, musulmanes, con otros valores aumentan año a año la tasa de nacimientos cambiando así el panorama europeo.

 El viejo maestro en adicciones C. Oliweinstein, pionero en el estudio y tratamiento de las adicciones nos enseñaba: “las drogas y su consumo es una critica los valores de los adultos que casi no han transmitido nada, enuncia el fracaso de la transmisión de generación en generación de normas y de todas las nociones para sobrevivir en la lucha por la vida”. Este planteo típico de los 90 hoy resulta algo anticuado porque se ha establecido un Estado nuevo que domina a miles como es el mercado de explotación de seres humanos a través de la venta de químicos que domina incluso los pocos espacios familiares existentes.

Mientras tanto la Unicef publica que en la Argentina se triplicó la tasa de suicidios en los últimos 30 años. Pasamos a 12,7 cada 100 mil adolescentes y es la segunda causa de muerte en la Argentina. "Suicidio en la adolescencia. Situación en la Argentina", presentado por Unicef así se titula este estudio donde menciona la falta de figuras significativas en la infancia, el uso de drogas a temprana edad y por supuesto la caída de la vida familiar que parece ser el verdadero "default "cultural de nuestro país. Chicos solos y entonces surge el ¿para qué vivir? La vida bien vivida tiene que ver con las compañías, las tutelas y el reconocimiento de figuras parentales.

Consumir drogas es una forma de suicidarse posmoderna y lo vemos todos días los que trabajamos con jóvenes con daños cerebrales y con patologías psiquiátricas ligadas a ese consumo (esquizofrenias, trastornos bipolares, trastornos antisociales; por ejemplo). 

Existe desde nuestro punto de vista un default humanístico en nuestro país. Temas centrales, que hacen al capital humano y social de cualquier nación, son ignorados de las discusiones políticas y de armados para ayudar a miles que están en emergencia, y no solo alimentaria.

El autor es director general Gradiva - Rehabilitación en adicciones.


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