Son hermanas, amigas y ahora socias, unidas por una pasión ancestral

GENERAL 13/06/2021 Josefina Echezárraga Josefina Echezárraga
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Florencia y Rocío Miño emprenden dando vida

Rocío y Florencia Miño son dueñas de El Vivero de Juana, un emprendimiento que -como muchos otros-, nació en medio de la pandemia y hoy florece en el corazón del barrio Doctor Montaña. Conocelas un poquito más en esta entrevista que refleja la historia de otras tantas familias, que buscaron reinventarse en medio de la crisis. Ellas encontraron entre las plantas, un rincón de calma y encuentro. 

Hace algunos días, el Vivero de Juana abrió sus puertas tímidamente con un showrroom. Quintaesencia llegó sin cita previa, pero con ganas de conocer el lugar y la historia que lo atravesaba. 

Al cruzar la puerta, Rocío (35) y Florencia (33) daban los retoques finales mientras organizaban la muestra. “Somos hermanas, mejores amigas y ahora también socias”, resumen con mirada cómplice, mientras ofrecen café y algo de comer para amenizar la charla. El espacio organizado como showroom es la casa de Florencia, donde vive con su familia.

“Somos muy unidas de toda la vida, cuando Flor se vino a vivir acá, venía bastante a visitarla y lo primero que me encantó fue el patio. Vivimos hace mucho tiempo en departamento y el último recuerdo de un patio grande y lleno de plantas que tenemos, era la casa de la abuela Juana, asique cuando vi el terreno ya quería comenzar a traerle plantas, pero Florencia siempre decía que se le morían todas y ofrecía resistencia a la idea”, comienza contando Rocío. 

“Un día poco antes del inicio del aislamiento estricto, le traje una planta de Santa Rita que fue creciendo hermosa. Así, Florencia comenzó a ver que las plantas le gustaban un poco más, se empezó a interesar de apoco”, dice Rocío y mientras Florencia interrumpe el relato: “Fue un poco loco, pasé de que no me guste nada las plantas y de que se me mueran, hasta los cactus, a querer tener más y más, a buscar pasto y cuidarlo para que crezca, fue un cambio grande en poco tiempo”. 

¿Cómo nace el emprendimiento? 

R: Un día íbamos caminando las dos y Flo me dice y si comenzamos a vender plantas, habíamos comenzando a hacer algo de artesanías, algunas planteritas artesanales con latas recicladas. Mientras caminábamos nació la idea, el nombre fue casi natural, Juana era mi abuela que en su casa tenía una selva siempre llena de plantas, flores, frutas de todo, asique así nació. No hubo mucha cabeza para el plan de negocios, hubo más corazón y ganas. 

El aislamiento las encontró en plena preparación, pero eso no las desanimó, “teníamos una excusa para salir y juntarnos cada vez que podíamos, venía para acá y nos pasábamos todo el día con las plantas, aprendiendo de ellas y conectando con la tierra, armando plantines y haciendo todo lo más artesanal posible. 

¿Cuándo decidieron abrir el vivero? 

R: El 29 de julio del 2020 fue la fecha que nos lanzamos oficialmente en redes sociales y con nuestros amigos, desde ahí aprendimos muchísimo y nos dimos cuenta que las plantas aromáticas y las pequeñas huertas era lo que más nos gustaba, hacer fue como decir nuestro sello va a ser concientizar que no hace falta mucho espacio para tener una huerta, para poder tener romero fresco, albahaca, cilantro, cebollita, menta, hierba buena, cherry y orégano. Lo llamamos “espacio huertero”. 

F: Por eso es que comenzamos a fabricar las estructuras, el vivir tantos años en departamento nos había dado la respuesta y sobre todo la necesidad de que la gente lo que más quiere es poder cultivar aunque sea poquito, eso con lo que va a cocinar o hacer sus tragos. 

R: Bajo esa premisa, avanzamos y no nos equivocamos, ni bien sacamos las primeras huertas de balcón volaron. 

¿Qué fue lo más complicado? 

F: Todo. Nos teníamos que poner de acuerdo, pero también teníamos que aprender todo, así que muchas noches leyendo, preguntando, empezamos a conectar con las plantas y ese mundo que al menos para mí era nuevo. 

R: Fue un cambio grande, pero el desafío no nos asustó, nos puso en actividad, Florencia aprendió muy rápido los nombres de todas las plantas, armo los espacios y destinó el sector que le llamamos cuidados intensivos que son donde llegan algunas plantitas que fueron atacadas por bichitos o cosas así. 

Recién decían que muchas de las cosas, las hacen ustedes. ¿Qué por ejemplo? 

R: Las planteras, casi todas las hacemos con cartones PET, nuestras familias juntan en sus barrios y nos traen, las limpiamos y armamos macetas, así suplantamos las de plástico soplado, que son las que están siempre en los viveros y la gente llega a sus casas las saca y las tira, decimos que íbamos a tratar de reciclar lo más posible y así lo hicimos. Estamos felices con esas macetas porque son muy resistentes y al pintarlas quedan muy lindas. También tenemos macetas y portamacetas de tela, nos encanta porque toda nuestra familia colabora en todas cosas. 

¿Qué sienten cuando ven que los espacios huerteros crecen y la gente comienza a conectar como lo hicieron ustedes? 

R: Emoción, nos encanta, tratamos de seguir en contacto con todos nuestros clientes, preguntarles cómo va todo, si necesitan algo, y siempre nos mandan fotos, muchas personas nos dicen que jamás habían tenido plantas y ahora ver que crecen, que necesitan atención y que pueden cuidarlas los pone súper felices. 

F: De alguna manera sus historias un poco son la nuestra, ahora nosotros nos pasamos germinando, haciendo esquejes, buscando semillas, y esa pasión que le ponemos tratamos de compartirla. 

Su amor de hermanas, el amor de su abuela Juana y la experiencia que como juego les fue transmitiendo, hoy se reflejan en cada producto: “Soñamos con que hayan plantas en todos lados, lo estamos haciendo de a poco, pero es muy gratificante, gracias a quienes confían en nuestro trabajo, porque realmente sentimos que vamos creciendo todos los días”, resumen para finalizar la charla. 

 Encontrálas en su instagram : El vivero de Juana 

 

 

 

 

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