Guardaparques y artesanos, las pasiones que unieron a Lidia y Marcelo

GENERAL 23/05/2021 María del Carmen Ruiz Díaz María del Carmen Ruiz Díaz
Feliz y agradecida
Marcelo y Lidia, puntales de una familia que echó raíces en Mburucuyá.

Tener la posibilidad de desarrollarse profesionalmente en distintos puntos del país es el sueño de muchos, pero a veces -con el paso del tiempo-, parece que el alma y el cuerpo piden aquietarse y echar raíces. Con esas pocas palabras podría ser descripta la vida de Lidia Serantes y Marcelo Pérez, nacidos en Lanús (provincia de Buenos Aires), quienes siendo muy jóvenes decidieron formarse y trabajar como guardaparques. 

En diálogo con Quintaesencia, Lidia contó que tuvieron la oportunidad de vivir 9 años en el Parque Nacional Nahuel Huapi, entre Neuquén y Río Negro; 1 año en Parque Nacional Mburucuyá, 1 año en el de Calilegua, Jujuy; 8 años en Mburucuyá –nuevamente-, y otros 4 años, en Parque Nacional Chaco, en Chaco.

 “La primera vez cuando vinimos a trabajar a Mburucuyá, pasamos por un sinnúmero de emociones y sensaciones porque es totalmente distinto tanto el paisaje como las costumbres a las que nosotros estábamos acostumbrados en el Sur. Parecía que no nos íbamos a sentir a gusto nunca porque, como es lógico, cada comunidad tiene su tiempo y el correntino al principio puede ser muy reservado, como también hacerte sentir que no sos local”, cuenta Lidia durante una charla telefónica.

Pero conforme fueron pasando los meses de ese año, tanto ella como Marcelo, su esposo, fueron ganándose un lugar en la comunidad. Ambos empezaron a promover distintas acciones comunitarias y a estar presentes ante distintas contingencias sociales. El “hielo” se fue rompiendo en el pueblo y se fueron sintiendo parte. 

Pronto llegó un nuevo de destino y otra vez, el paisaje volvía a cambiar sustancialmente. Pasaron de los arenales, esteros y bañados mburucuyanos a las montañas, los ríos con rápidos y las piedras en los senderos de la geografía jujeña del Parque Calilegua. 

Y paradójicamente y hasta casi contra sus propios pronósticos, no se sentían parte de ese lugar. No se “hallaban” como dicen los correntinos. Entonces solicitaron volver a las tierras que en el año 1991 el matrimonio compuesto por Troels Myndel Pedersen y su esposa Nina Johanne Sinding, donaron a la Administración de Parques Nacionales para que se creara el Parque Mburucuyá.

“Finalmente nos autorizaron y volvimos. Una vez radicados aquí, comenzamos a pensar en comprar un terreno para, por primera vez en casi un cuarto de siglo de matrimonio, empezar a construir una casa para quedarnos y elegimos Mburucuyá para echar raíces como familia”, rememora Lidia. 

Ladrillo a ladrillo, sueño a sueño, construyeron el hogar y sus hijos Joaquín y Felipe, también se “hicieron” correntinos y fueron fortaleciendo su ligazón con esa tierra y su gente. Ese arraigo se hizo sentir el último período en el que Lidia trabajó como guardaparque, en el Chaco, “porque nuestros hijos ya no nos querían acompañar. Tanto es así que uno ellos, comenzó a estudiar en la Escuela de la Familia Agrícola (EFA) de Pago de los Deseos (Saladas) y por nada del mundo, pudimos cambiarlo de escuela. Fue un tiempo difícil, pero creo que también una prueba muy fuerte sobre qué queríamos hacer, además de ratificar dónde queríamos vivir”, agrega. 

En cuanto tuvo la oportunidad de retirarse, Lidia no lo dudó y pudo volver a su casa en los pagos mburucuyanos. Al poco tiempo, Marcelo pidió su traslado a ese Parque, el cual le fue otorgado y es donde hasta ahora, desempeña sus tareas como guardaparque.

En Mburucuyá, por primera vez pensamos en construir
una casa para echar raíces

Conexión con las artesanías

Pero la historia de viajes, mudanzas, empezar de nuevo y afincarse de Lidia, Marcelo y sus hijos, también está atravesada por las producciones artísticas y manuales. A ella, le encanta hacer cuadernos y agendas personalizadas, con finas terminaciones y con papel ecológico; en tanto que él empezó a explorar el mundo de la cuchillería, y lo llevaron a perfeccionarse con los que más saben de este arte en el país. 

Ante la pregunta de cómo ingresaron al mundo de las artesanías, la hoy exguardaparque contó que fue casi como un desafío y un anhelo de regalar cosas hechas por ellos y personalizadas. “Siempre nos gustó hacer presentes pensados y elaborados para la persona que los iba a recibir. A mí, por ejemplo, me gusta escribir y todo lo que esté relacionado con la papelería, como también coser y demás”, dice Lidia.

De su mano y con esa finalidad, nació Instantes para el Alma – Li.

Marcelo por su parte, casi en paralelo con la misma finalidad, comenzó a darle alas al proyecto de la cuchillería y hoy ya es reconocido por sus obras en la zona. Su tiempo lo reparte en el taller y el extenso Parque Mburucuyá. 

Ambos, además, transmitieron a sus hijos su amor por las manufacturas y Joaquín lleva adelante su emprendimiento llamado Mburucuyá Herrería Criolla, un proyecto en el que además participan y colabora toda la familia en caso de ser necesario. 

Así, la vida, los caminos y los tiempos fueron llevando a esta familia a afincarse y hacer suyo un terruño que, en forma paulatina, le fue abriendo los brazos y el corazón, hasta hacerlos sentir locales. Además, su historia ratifica que Corrientes tiene payé pero también, la tranquera abierta para cultivar los sueños nacidos de la pasión por el hacer desde el corazón. 

Para conocer más del trabajo de Lidia, Marcelo y Joaquín, pueden ingresar a sus respectivas cuentas en Instagram. 

Instantes para el Alma Li

Marcelo Pérez

Mburucuyá Herrería Criolla

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