Un rescate de delfines con muchas lecciones para los humanos 

HISTORIAS QUE INSPIRAN 08/04/2023
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Vecinos, rescatistas y científicos, algunos de los voluntarios que trabajaron por horas para rescatar a los delfines. Foto: Sebastián Leal.

El martes de la semana que pasó sucedió un hecho trascendente, extraordinario en las costas del Puerto San Antonio, a unos 65 kilómetros de las playas de Las Grutas, provincia de Río Negro. Allí, casi al mediodía, cuando estaba baja la marea, decenas de delfines comunes se acercaron a la orilla, ingresando a una especie de piletón, donde buscaban refugio. Aparentemente, habían sido perseguido por uno de sus predadores: las orcas.

Algunos turistas y guías que estaban en el lugar advirtieron su presencia inusual, como también vislumbraron el peligro inminente en el que se encontraban porque el lugar que les servía de refugio, también podría convertirse en una trampa mortal por la falta de agua. Quintaesencia tuvo la oportunidad de charlar con Magdalena Arias, quien es doctora en Biología, investigadora del CONICET y docente de la Universidad del Comahue, y fue una de las coordinadoras del operativo rescate.

“A las 10 de la mañana, recibo la primera información de que había una manada de delfines comunes cerca de la costa, una especie que puede nadar a cierta distancia, pero no tan cerca de la orilla, por lo que entendimos que esto era un indicador de que algo está pasando, como por ejemplo estuvieran siendo perseguidos por orcas, una especie predadora, razón por la que estaban buscando reparo en la costa.  Pero la situación cambió cuando alrededor de la 1, me avisan que estaban ingresando a la zona de la Bahía de San Antonio”, contó la investigadora. 

Dijo que lo primero que recordó fue una situación similar vivida en 2021, cuando una manada también fue perseguida e ingresó a la misma zona. En esa oportunidad, el saldo del rescate no fue positivo porque en el proceso de guía hacia mar abierto, murieron alrededor de 50 delfines. “Entonces empezamos a ver cómo los podíamos ayudar, teniendo en cuenta lo aprendido de esa experiencia”, contextualizó Magdalena, a quien la conocen más como Malala. 

“Lo primero que hice fue ponerme en contacto con la gente de la Secretaría de Ambiente para iniciar el rescate. Después preparé los equipos, los materiales necesarios y me fui para el puerto junto con otros integrantes del laboratorio de la Universidad que integro. Cuando llegamos ya había bastante gente trabajando, estaban los vecinos, personal del municipio, guardas ambientales, entre otros. Pero la verdad fue una sorpresa muy grande ver que se trataba de una manada muy grande, más de 300 seguro. Ingresaron a la bahía alrededor de la 1 con bajamar, que es el momento en el que queda menos agua hasta por lo menos las 5 de la tarde, cuando volvía a subir la marea. Asi que imagínate, teníamos que hacerlos aguantar allí ese tiempo para que sobrevivieran”, comentó. 

La investigadora relató que el lugar en el que quedaron encerrados es un piletón que tiene un canal, “pero por el escaso nivel de agua y la cantidad que eran, se hacía difícil que pudieran salir a mar abierto. Además, veíamos que cuando pequeños grupos lograban dirigirse hacia el canal para salir, regresaban como a buscar a los demás, esto nos sorprendió al principio. Pero esa actitud tiene su lógica, los delfines se movilizan en manada, entonces quienes se iban se podrían salvar, pero quienes quedaban no. Fue muy conmovedor poder ver, vivir esa situación”. Y mientras lo va contando, se puede percibir en ella hasta un poco de emoción. “Sí, sí, se me pone la piel de gallina cuando lo recuerdo, ver eso fue muy, muy emotivo”, remarcó. 

DJI_0756 (1)Los delfines, encallados en el piletón, en bahía San Matías
(Foto gentileza: Sebastián Leal).

Masajes, protocolo y pasión

“Uno de los problemas de los mamíferos es que, como los humanos, tienen calambres por el estrés, la falta de agua y demás. Entonces los teníamos que masajear para que pudieran recuperar un poco la respiración y lo soltábamos. En ese momento, fue clave la colaboración de tanta gente, como también la capacidad de transmitir con claridad cómo debíamos actuar, entonces toda esa cadena de información, esa buena predisposición y eso unión entre tantas personas, sin dudas fue clave para haber logrado este rescate”, puntualizó.

Para Malala, y de acuerdo a los datos que fue recabando con el paso del tiempo, haber rescatado tamaña cantidad de delfines, es inédito a nivel mundial. “Por eso creo que la capacidad de reacción que hubo fue determinante”, subrayó. 

El trabajo de guiar a estas criaturas hacia el canal para después pasar a mar abierto concluyó después de las 9 de la noche. Ante la consulta de cómo fue dejar la bahía y volver a casa, Malala contó: “En principio muy satisfechos e igualmente cansados, porque pudimos sacar a todos los que estaban encerrados en el piletón. Fue tanta la adrenalina generada durante esas horas que no dormí en toda la noche. Es más, desde las 6 de la mañana estaba sentada con la mirada fija en el celular, esperando que alguien me llamara y me dijera que encontró en la orilla algún ejemplar que no sobrevivió, pero afortunadamente eso no sucedió. El rescate fue un éxito”.

Según contó, fueron más de 40 personas las que se involucraron en el operativo: “Algunas no estuvieron todo el tiempo, se fueron turnando”. 

Esta experiencia también les dejó como lección, la necesidad de contar con un protocolo de actuación. “Lo vivido constituye sin dudas una base importante para saber cómo actuar ante hechos similares”, puntualizó, a lo que agregó que ya hay un principio de acuerdo entre las partes para trabajar en ello. 

Malala nació en Buenos Aires y estudió en la Facultad de Ciencias Exactas, donde se recibió de licenciada en Biología y su pasión por el mar y las especies que la habitan surgió cuando estaba en cuarto año de la secundaria e hizo un viaje de estudio a Puerto Madryn, donde tuvo la oportunidad de avistar ballenas. “Ese día me dije esto es lo mío, quiero estudiar esto, quiero dedicar mi vida a esto y hoy en día, cada vez que estoy arriba de una embarcación, no lo puedo creer, no puedo creer que eso sea mi trabajo. Soy una apasionada y agradecida de tener la oportunidad de hacer lo que me gusta y, a pesar de que ya van varios años de estar haciéndolo, cada vez que estoy en el agua, cada vez que me encuentro este con delfín, con una ballena, con un lobo marino, siento que soy la persona más afortunada del mundo”, aseguró. Y el teléfono logró transmitir su emoción.

En esa línea, la investigadora hizo referencia a la importancia de ser consciente de aquello que desea y saber que, siendo constante, “en algún momento, ese sueño, ese deseo se alcanza. En cierta medida eso resume mi propia historia porque tuve que atravesar distintas situaciones que hasta me sirvieron de prueba, como para verificar si esto es realmente lo que quería. Hoy me siento feliz y agradecida por estas experiencias”.

También le preguntamos qué lecciones de vida le quedan de las experiencias marinas, y señaló que “amar la libertad que tienen, la posibilidad de moverse por ese extenso mar sin fronteras, apreciar esto me dan ganas de seguir creciendo más y más como persona y como profesional. Esto también me pasó con los delfines, apreciar la lealtad al grupo, a la manada, ese compromiso de asistir al otro para que todos se puedan salvar. Fue, sin dudas, una gran lección de vida”.  


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