Una alquimista de fermentos que enseña su saber con amor y respeto

HISTORIAS QUE INSPIRAN 04/02/2023 Josefina Echezárraga Josefina Echezárraga
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Antonella Aranda, una chaqueña que decidió hacer crecer su energía.

¿Qué quiero hacer crecer con mi energía? fue la pregunta que llevó a Antonella Aranda (34), a iniciar un camino de búsqueda personal que le permitió comprender que, todo a su alrededor podía crecer, transformarse en otra cosa, siempre y cuando se le imprimiera energía. En esta nota, te invitamos a zambullirte en el mundo de los fermentos, la experimentación constante y sobre todo la búsqueda de que algo nuevo que puede nacer en cada paso que damos con intención. 

Desde mi lugar de periodista, suelo pensar que el problema de hacer preguntas es que las respuestas llegan de manera indefectible. Cada vez que lanzamos una pregunta, recibimos una respuesta y eso, también ocurre en la vida, tanto es así que esta nota con Anto la realizamos vía telefónica mientras ella está en su chacra, en el corazón de la provincia de Misiones, en Salto Encantado, un lugar lleno magia sin igual, nos cuenta que parte de sus procesos comenzaron con una pregunta: ¿Qué quiero hacer crecer con mi energía?

Las respuestas no tardaron en llegarle y así, la joven comenzó a tomar decisiones que la llevaron desde Resistencia, Chaco, y un trabajo formal, a vivir en medio de la selva misionera y desde allí conectar y conectarse, con el mundo desde eso que latía dentro de ella, el amor por la tierra, el respeto por los procesos naturales y formas más simples de vivir. 

Esta entrevista es un viaje a sumergirnos en un emprendimiento de fermentos, Quimbombó, pero al mismo tiempo a conocer las manos de quien recolecta lo que su entorno le brinda para dejar que los microorganismos lo transformen en algo nuevo, nutritivo y al alcance. 

"Hoy veo que no hay cosas fáciles o difíciles, buenas o malas, hay cosas, hay procesos, al final es uno el que le pone el rótulo."

“Quimbombó es el resultado de procesos internos, que comenzaron hace tiempo. Pasos que fui dando en la búsqueda de salud, pero también de vivir en coherencia con mis valores, creo que preguntarme una y otra vez que quiero hacer crecer con mi energía se volvió una brújula, porque es ahí cuando tomé el control y comencé a ver que mucho de lo que consumía no era necesario y hasta perjudicial, comencé a ver que mucha de mi energía iba a cosas que no estaban en coherencia conmigo, entonces aunque parezca radical haber dejado la ciudad y estar viviendo con mi hija en un contexto mucho más agreste, Quimbombó es el resultado de muchos años de autoescucha”, dice Anto, tratando de resumir su vida en los últimos años. 

-¿Qué pasó antes de los fermentos? 

Pasó un poco todo. Tenía un trabajo que consumía gran parte de mi energía, lo que me llevó a tener problemas de salud, comencé a vincularme con productos más naturales. Al principio, lo único que encontraba eran problemas, falta de accesibilidad, porque cuando vivís en la ciudad, todo lo natural resulta caro. Pero mi personalidad de buscadora de respuestas, me llevó a tratar de entender los procesos mínimos de las cosas, entonces desde vender productos ecológicos, hasta los fermentos hubo un camino que se fue uniendo y se dio bastante fácil. Digo fácil, pero no estoy segura si fue tan así, hoy veo que no hay cosas fáciles o difíciles, buenas o malas, hay cosas, hay procesos, al final es uno el que le pone el rótulo. 

-¿La búsqueda te llevó a los fermentos? 

Sí, en Resistencia comencé a investigar. Un día, de repente haciendo el camino al trabajo vi un árbol de limón, ahí súper cargado, pasaba todos los días y nunca me había dado cuenta, entonces esta idea de que conseguir productos es algo complicado comenzó a diluirse, comencé a entender que nuestros contextos, aunque vivamos en departamento en medio de la ciudad, nos provee, creo que esa fue una puerta de entrada a abrir la mirada, a estar más abierta a lo que pasaba a mi alrededor.

Luego vas dando pasos. Entendí que el proceso llevaba su tiempo, una no se larga a hacer jabones o fermentos de un día para el otro, yo hacia las dos cosas y quería que eso crezca, pero debía tener un trabajo de medio tiempo que me genere ingresos fijos, entonces fui soltando algunas cosas para tomar otras, elecciones, todas al final son elecciones. Más tarde llegó la pandemia, que me abrió la puerta a la tecnología y comprender que con una computadora conectada a internet podemos llegar a muchos lugares y generar productos como talleres online y así ya te digo, fueron varios años de hacer cambios, de ir soltando las formas que conocía de hacer las cosas para aprender nuevas, más simple, si se quiere pero que cuando las miramos de cerca vemos que resultan muy complejas, tal como los microorganismos, que ni los vemos, pero cuando comprendemos lo que son capaces de hacer entendemos su complejidad y ese silencio en el que trabajan. 

-¿Cómo llegás a Misiones?

Estaba en pareja y a él le sale la posibilidad de cuidar una chacra en Misiones en una zona a la que yo venía siempre de camping. Esto es un poco complejo de explicar con palabras, porque es algo que lo siento muy emocional, difícil de explicar una conexión profunda, la cosa es que bueno hace un año decidimos venirnos, yo ya tenía el emprendimiento de los fermentos y acá el contacto con la tierra, me ayudó a seguir creciendo, entender muchas cosas, relativas a la esencia de los procesos.  

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-¿Cuál es la esencia en el proceso de fermentado? 

Primero entender que el fermento es un proceso químico generado por miles de microorganismos vivos que, ante un determinado contexto, son capaces de transformar y transformarse. Entender eso creo que es la base de todo, luego, aparecen otras cuestiones, ligadas a derribar prejuicios, porque vivimos en una cultura que busca matar la mayor cantidad de bacterias posibles, la bacteria, el moho están vistos como dañinos, sin conocer su real funcionamiento. Creo que entender la esencia es un poco un rompecabezas, porque tenemos muchas fichas que no encajan, estamos desconectados de la naturaleza, de la escucha, de la vista, de los aromas, de las texturas y los fermentos nos piden que volvamos a sentir y sobre todo que confiemos. 

Digo todo esto, pero soy consciente de que se hace muy difícil sobre todo cuando arrancamos, porque estamos acostumbrados a vivir con recetas, cantidad, medidas, tiempos, queremos un paso a paso y ahí es donde los fermentos nos enseñan que hay que volver a lo simple. Por ejemplo, me pasa mucho que doy talleres para personas de todo el mundo, Alemania, Brasil, Chile, España, Inglaterra y, claramente que los productos en cada lugar son distintos, dentro de Argentina mismo tenemos una variedad inmensa de productos y de climas, que es una parte fundamental de la fermentación, la humedad, el calor, el frío, entonces es ahí en el que la receta va a tener variaciones. Entonces enseño a generar fermentos de una manera soberana, con lo que tenemos a la mano, porque cuando te das cuenta que podés hacer fermentos con la gran mayoría de los alimentos, es cuando comenzás a enamorarte de este maravilloso mundo. 

"Enseño es a generar fermentos de una manera soberana, con lo que tenemos a la mano."

Reconectar 

Anto nos habla de la importancia de reconectar con los sentidos, como principal herramienta: “Creemos que un vinagre tiene un solo sabor o un solo aroma, tomando como referencia el vinagre que está en una góndola, ahí está el problema, el vinagre de la góndola no es real, tiene procesos químicos para que sea comercial, pero la cosa es que el vinagre es un producto milenario, con una historia increíble y miles de uso no solo el vinagre para ensaladas. Es ahí donde debemos abrirnos a nuevas experiencias, el paladar debe reeducarse y debemos aprender a usar todos los sentidos, el olfato, la vista, el tacto, todos colaboran y un día entendemos que hacer un fermento, es reconectar con nosotros mismos, esa es un poco la magia de todo esto". 

Antonella, habla de aquello que hace, la charla rápidamente se vuelve interesante, lo miro, siento ver a una alquimista, que enseña su saber con amor y respeto. La charla sigue, entre anécdotas y coincidencias mundanas, coincidencias en las que nos creemos ni una de las dos.  

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-¿Por qué la gente se está interesando por los fermentos? 

La mayoría de las personas llegan por una cuestión de búsqueda para mejorar su salud, yo sé de sus beneficios en cuanto a la macrobiota intestinal, pero me centro en dar las herramientas para que las personas puedan hacer todo tipo de fermentos, desde kéfir, hasta vinagre, pero también tengo un taller de gaseosas fermentadas y de mieles fermentadas. El tiempo, la investigación, pero sobre todo el proceso, me fueron brindando las herramientas, hoy me centro mucho en los mil usos del vinagre, porque ahí hay un tesoro, que cuando lo descubrimos comprendemos que podemos hacer elementos de limpieza orgánicos con lo que tenemos a la mano, hay una cultura del consumo que no nos permite ver esto, pero cuando lo vemos te juro que no volvemos más al supermercado, ni a la farmacia (risas). 

Antonella resalta que los cambios requieren valentía: “Cuando arrancas cualquier cosa, ya sea un fermento, un jabón o un estilo de vida nuevo, lo cierto es que muchas cosas pueden salir mal, pero muchas otras pueden ser increíbles, queremos vivir siempre con recetas, programar, calcular, los fermentos me enseñan todos los días que hay muchas cosas que no controlamos, y son justo esas las que nos transforman en algo nuevo”. 

Quimbobó y sus talleres 

Actualmente desde el emprendimiento Anto brinda talleres online de “Los 1000 usos del vinagre”, “Gaseosos fermentadas” y “Mieles fermentadas”. Para saber más seguirla en Instagram:  @quimbombó.fermenta.el.entorno 

Sin temor a equivocarnos, Quimbombó y Quintaesencia, agradecen a la gran cantidad de sucesos inesperados que hicieron que esta nota sea posible. 


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