Nabila, una mujer que encontró en la danza un cable a tierra y una oportunidad para ayudar

HISTORIAS QUE INSPIRAN 20/08/2022 María del Carmen Ruiz Díaz María del Carmen Ruiz Díaz
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Nabila y sus alumnas en el salón de clases.

 

Nabila es una bailarina de danza árabe y psicóloga que logró generar a través del baile, una propuesta para ayudar a muchas personas, en especial a mujeres, a expresarse y amigarse con el cuerpo. Ella nació en Venezuela y si bien al momento de charlar con Quintaesencia se encontraba en ese país, por estos días está iniciando una nueva etapa de su vida en Colombia. 

Nos interesó conocer su historia después de haber visto una clase suya en su canal de Youtube en la que comentaba que, desde su visión, el baile cumple es una terapia que en muchos casos permite lograr la resiliencia ante situaciones difíciles que nos tocan vivir a los seres humanos. 

Tal lo pautado, la entrevistamos vía Zoom y durante casi 40 minutos, nos compartió parte de su camino profesional como también los desafíos que debió atravesar, proceso en el que la danza fue fundamental. 

“Nabila es un nombre artístico, pero ¿cuál es tu nombre y apellido?”, fue la primera pregunta casi obligada, a lo que la bailarina respondió: “Mi nombre es Natalia Rosetto, provengo de una familia de italianos. Sí, algo raro que una descendiente de italianos baile danza árabe, es como un arroz con mango como decimos por acá”, dijo con una gran sonrisa. Y continuó: “Cuando comencé a bailar, en mi ciudad había muchas familias árabes y ellos son bastante celosos con sus tradiciones entonces no les gustaba que las occidentales bailaran su danza, entonces con mis compañeras de bailes decidimos cambiarnos los nombres y decidimos buscar un nombre que tuviera la primera sílaba de mi nombre. Una tía buscó y me sugirió Nabila que ‘una persona noble’ y ese quedó”.

Esto ocurrió hace un poco más de 17 años, cuando comenzó a bailar casi por casualidad. “Desde que era una niña, tenía muchos problemas con aceptar mi cuerpo. Fui anoréxica, bulímica, depresiva, me diagnosticaron con trastorno bipolar, entre tantos rollos. Entonces como parte de la terapia que hacía, tenía que obligatoriamente comer acompañada. Entonces me inscribí en un comedor al que tenía que asistir todo los días y mi abuela, me acompañaba. Un día, ella encontró un afiche en el comedor sobre una escuela de danza árabe y mi abuela me dijo ‘vamos para allá’ y a mí siempre me gustó la danza, de hecho, en mi familia hay varios músicos de hecho. Yo soy saxofonista”, contó. 

Como quien mira atrás y se detiene a observar con respeto el camino recorrido, Nabila relató cómo atravesó esa esta tener que enfrentarse con su imagen: “Al principio me costaba porque nos teníamos que poner frente al espejo, sacarnos la remera, vernos la panza y yo con esas patologías, imagínate lo que me costaba mirarme todos los días en la clase, pero poco a poco, me fui aceptando, logré mejorar esa autoestima y dejar atrás esa sensación de insuficiencia, esa sensación de de no ser este adecuada, no tener este cuerpo que se esperan y un montón de cosas que fui atravesando”.

Una vez concluido el ciclo secundario, ella decidió estudiar psicología “y hoy en día, trato de amalgamar ambas profesiones en un salón de baile, porque sé que la danza tiene un gran significado y es una gran herramienta para trabajar todo lo que nos va atravesando como seres humanos. Para mí tiene un gran valor terapéutico, la gente que viene para acá, no le dan ese lugar o esa importancia, pero a través de las distintas coreografías y movimientos, se trabajan emociones y vivencias. Obviamente también cuestiones relacionadas con el cuerpo como la de aceptación y, trato de la medida de lo posible, que tenga este impacto y que los ayude como me ayudó”, resumió. 

nabilla

¿Qué te decidió a estudiar psicología?

Comencé estudiando medicina, pero caí en un pozo depresivo y sentí que toqué fondo. Ahí me atrevía a dejar todo y romper con lo que “estaba destinado a ser” según mi historia familiar porque provengo de una familia de médicos y me “tocaba” ser la primera doctora de esta generación, era mucho peso que yo estaba llevando encima. Esta situación me generó mi primera mi primera crisis con la oscuridad y comencé como esta búsqueda. Tenía muy claro lo que yo no era, pero no sabía que era lo quería y por ahí creo que empecé con mi camino espiritual. Primero muy atropellado, con poca información y bueno, empecé a encontrarme, a buscar y trabajar ese talento que no podía ver el valor que tenía mi existencia. La búsqueda sigue siendo intensa y cotidiana. Tengo altos y bajos, tengo días en los que estoy conectada con el ser y conectada con esas emociones que tienen que ver con la esencia. Hay días en que bueno, hay cosas que suceden que te perturban que te tiran a Leo otra vez y bueno, otra vez volvernos a a posicionar y así vamos viviendo.

¿Y cuál es tu desafío cotidiano?

Cada día tratando de mantenerme en el presente, no irme mucho hacia el pasado o hacia el futuro, entendiendo cuáles son mis defectos, “mi lado oscuro”. Claro que eso es algo muy rudo de ver y sigo viviendo experiencias que me enseñan, me muestran esa oscuridad, pero allí es donde aparece otra vez la danza como la gran herramienta. Yo siempre le digo a las muchachas la danza es un evento transformador, no venimos sólo a bailar y a desconectarnos de la realidad, sino generar un espacio en el que algo cambia, te transforma. 

La energía que se mueve en una clase, tiene un propósito, significa un antes y un después, más allá de que después tú vas a volver al problema y vas a volver a tu realidad, pero con otra perspectiva tal vez lo vas a mirar desde otros ojos y probablemente algo cambie. Pero no es que la realidad cambió, es que tú cambiaste tu manera de verlo y ese mi objetivo, utilizar la danza con esas intenciones. También para descubrir las cosas negativas, en la danza trabajamos un montón de cosas como inseguridades, envidias, celos, maltratos, todo eso oscurito que tenemos adentro.

¿Cómo planteás una clase? 

Empezamos con un calentamiento para proteger tus músculos tus articulaciones y tus cosas, por ejemplo. Pero después, siempre planteo determinados movimientos que para mí tienen un determinado, sentido, es decir un tinte espiritual o trascendente, porque podemos estar practicando desplazamiento en un escenario, pero va más allá porque en ese andar de punta, talón, punta talón, la postura va conectada con que lo que estás haciendo con es esa energía esa esencia, eso que tú eres ahí revisamos quién eres, cuáles son esos dones y talentos que te han otorgado que vienes a traer acá.

Es como hacer como una visión integral de lo que se está planteando en el escenario porque no es lo mismo que una bailarina que camina punta talón y de punta talón, consciente de toda esa esencia de todo lo que ella es en el presente en el aquí, en el presente consciente de toda la musculatura que está contraída o relajada, consciente del piso si estaba frío o no. 

Es una forma de mantenernos en el aquí y ahora es una especie también de meditación es una especie de meditación. Por ejemplo, si vamos a trabajar las manos, ¿qué significan las manos?, ¿dar?, ¿recibir?, ¿cómo estás dando? ¿Cómo está recibiendo?

La danza es una especie de meditación.

¿Cuáles fueron los cambios logrados por tus alumnos que más te sorprendieron?

Es espectacular porque he visto de todo. Niñas que llegan super tímidas, que no son capaces de de hablar de expresar su opinión, tú sabes de esas niñas que todo lo que dice papá es así y aquí en el salón se van como abriendo se van permitiendo experimentar cosas, hablar, expresar a través del cuerpo porque es inevitable que surja una expresión cuando te mueves. Ese proceso es muy bonito, ver cómo finalmente se atreven. 

Ha habido clases en las que una que otra, ha llorado o se ha atrevido a contar su historia, qué es lo que le sucede, por qué se siente así.  O por ahí hay personas que vienen súper eufóricas, y a medida que transcurre la clase, se van serenando. 

En definitiva, la danza te permite mirar mucho hacia adentro, conectar con tu cuerpo, con su energía femenina que te pone en esa posición de femenina. Entonces, para mí es muy valioso poder acompañar estos procesos. Sobre todo, porque se da un ida y vuelta muy importante, a veces soy yo la que comparte su saber y otras tantas, soy la que aprende de la experiencia de las alumnas. Un maravilloso ida y vuelta. 

Pero además me permite vibrar en la certeza de que, si nosotros tenemos dos manos dos pies, podemos hacer cosas, no podemos tener miedo porque todo va a estar bien y todo fluye por razones que no puedo, no podemos comprender. Esto, me parece, es algo que no debemos perder de vista.

Así, como si fuera una charla de amigas, trancurrió la charla con Nabila, una persona que transmite su pasión por la vida y el compartir su experiencia para que otra tantas personas puedan atravesar sus oscuridades y poteciar sus luces y talentos.

Si querés conocer más sobre Nabila podés seguirla en su canal de Youtube o en Instagram: nabilanuit.


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