Catamarca promueve el turismo arqueológico

LUGARES CON MAGIA 17/12/2019 Redacción Quintaesencia
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Fotos gentileza: Secretaría de Turismo Santa María de Yokavil

Trabajos de investigación sobre las culturas agroalfareras precolombinas de la provincia de Catamarca se encuentran entre los pioneros de la arqueología nacional argentina. Por este motivo, y por los sitios históricos que alberga y la manera en que su paisaje natural y humano se vincula con los vestigios de las comunidades que supieron habitarle en tiempos precoloniales, hay quienes anhelan que Santa María de Yokavil, cabecera del departamento Santa María en el extremo noreste de la provincia, pueda convertirse en la Capital Nacional de la Arqueología. En el presente, sin dudas, su riqueza histórica constituye un atractivo turístico que conquista cada vez a más visitantes.

Dos sitios inmediatos a Santa María de Yokavil conservan resabios de la vida incaica y preincaica de la región: “La Ventanita” (Intiwatana) de Fuerte Quemado, con una significación simbólica que permite acercarse a la cosmovisión originaria en medio de un paisaje imponente; y los restos de la ciudadela de Cerro Pintado en la localidad de Las Mojarras.

En tanto, en el centro de Santa María de Yokavil, el museo Eric Boman, en un edificio prestado por el municipio que contiene y expone piezas de la cultura precolombina que ayudan a repasar la línea histórica que atraviesa a la región e interpretar los símbolos con los que se cruza constantemente cada viajero que se dispone a recorrerla.

El reciente desarrollo del turismo arqueológico en estos pueblos, con la revalorización de las viviendas tradicionales, las costumbres y los saberes populares, y con los mismos pobladores como principales promotores y divulgadores; ayuda a interpretar el relato de una manera vivencial.

En tanto, actualmente se está trabajando en un parque arqueológico sagrado, unos tres kilómetros al sur de Santa María de Yokavil, en un sector conocido como “Rincón Chico”; y se proyecta la creación del Polo Científico Arqueológico de Interpretación de las Culturas Andinas, un ambicioso espacio donde convergerían la investigación y la divulgación arqueológica y paleontológica, en un sitio acondicionado especialmente para albergar los vestigios recuperados en la región.

Por estas razones, Santa María de Yokavil se erige como un ineludible destino para quienes se sienten atraídos por el turismo arqueológico: una manera de viajar y descansar, indagando en la historia y en los orígenes de la propia identidad.

La historia en los cerros

Entre los cientos de vestigios de la vida precolonial que pueden encontrarse en la geografía actual del departamento catamarqueño de Santa María, el pucará de Cerro Pintado en Las Mojarras es uno de los más destacados y de los que más atención genera entre los visitantes.

Emplazado a la vera de la mítica Ruta 40, a cuatro kilómetros de Santa María de Yokavil, se trata de un sitio de fácil acceso, que supo ser en tiempos anteriores al Imperio Inca, una fortaleza con características defensivas. Está emplazado sobre una lomada y su recorrido demanda una hora y media entre la ida y la vuelta. En la parte alta hay construcciones originales, con muros de contención, plazas, talleres y casas, que permiten imaginar la vida antigua en ese lugar.

El pucará del Cerro Pintado de Las Mojarras ha sido declarado monumento histórico nacional en 1994 y cuenta con un cuidador, designado por el área de Antropología de la provincia de Catamarca. Como complemento de la historia viva del lugar, el visitante puede optar por recorrerlo acompañado de una de las especies más representativas de la fauna andina: la llama. De esa manera, cada paso, cada detalle del camino, adquiere mayor significación.

Unos once kilómetros al norte de Santa María de Yokavil, sobre la Ruta 40, se arriba a Fuerte Quemado, un pequeño poblado con reminiscencias vivas del pasado precolonial. La Ruta le atraviesa por el centro, con las viviendas en las orillas de la mítica traza, lo que constituye un atractivo extra para los visitantes.

Un recorrido de un kilómetro y medio lleva a un cerro, cuya cumbre se encuentra a unos 300 metros sobre el nivel del río Santa María. Desde allí se puede observar en 360 grados la inmensidad de este inasible paisaje precordillerano. Y allí mismo también se encuentra enclavado un símbolo de la cultura incaica: la “Intiwatana” o “ventanita”. A simple vista, no es más que un portal erigido con piedras. Sin embargo, en este lugar suele celebrarse cada junio el “Inti Raymi”, una conmemoración tradicional de los pueblos andinos que homenajea la llegada del solsticio de invierno.

Con una sorprendente precisión astronómica, a través del ojo que se forma en la “Intiwatana” se cuela cada año el primer sol del invierno y es también este lugar un punto impactante a través del cual los pueblos originarios supieron admirar las constelaciones.

Desde la cosmovisión originaria, se entiende que es ese primer sol del invierno el que augura el éxito de las cosechas, literal y metafóricamente. Y es en este lugar, desde donde a la madre tierra se le agradece la cosecha pasada y se encomienda la siembra por venir.

El nuevo sitio

Se estima que el Cerro Pintado de Las Mojarras pudo haber sido uno de los límites al norte que tuvo Rincón Chico, el flamante sitio arqueológico de Santa María que abrirá sus puertas a los visitantes prontamente y que posee construcciones que denotan diferencias sociales en sus diseños. En la cumbre hay unas pocas viviendas y edificios con lajas seleccionadas. En su centro hay una plaza bicolor, con la mitad de lajas rosadas y la otra mitad con lajas plomizas. Más abajo, una vivienda está construida íntegramente con laja rosada.

Se prevé que este parque arqueológico posea cinco zonas de manejo para el desarrollo de diversas actividades que le permitan al turista recorrerlo y conocerlo, complementando su interpretación del vivir precolombino en la región. Algunas zonas estarán restringidas y reservadas exclusivamente para investigación arqueológica y otras, en tanto, se abrirán al público para dar a conocer el funcionamiento que tenía la ciudadela.

Estudios etnohistóricos permiten imaginar que en Rincón Chico se concentraba el poder de la zona de Yokavil. En este lugar hay un pucará conocido como Quebrada del Puma, de valor ceremonial y con un anfiteatro natural en el que tres edificios están alineados hacia la puesta el sol del 21 de diciembre: el solsticio de verano.

Una plataforma tricolor arriba se alinea con una construcción en el medio, a la que se le llama Edificio de los Ojitos. Y más abajo se completa la alineación con otra plaza, desde donde se puede observar con exactitud cómo el sol se posa por detrás de la plataforma tricolor para la primera puesta del solsticio de verano.

La imponente imagen se opone complementariamente a la otra gran pieza de la astronomía calchaquí de esta región: la mencionada “Intiwatana” (Ventanita) de Fuerte Quemado, por donde se cuela el primer sol del Solsticio de Invierno cada amanecer del 21 de junio.

El rescate histórico de Rincón Chico data de varias décadas y su conversión en un sitio arqueológico surge como propuesta desde la misma comunidad. Trámites municipales y provinciales derivaron en el acompañamiento del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano para su puesta en valor y conservación, con la participación de una comunidad originaria en la toma de decisiones.

Cabe mencionar que se aguarda la aprobación del Manual del Plan de Manejo por parte de la Dirección Provincial de Antropología de Catamarca, para autorizar la visita al sitio de manera controlada, con el fin de respetar y cuidar el patrimonio natural y cultural del sitio.

Capital de la arqueología

A Santa María de Yokavil se la conoce como la capital de los Valles Calchaquíes y no pocos la proyectan como Capital Nacional de la Arqueología.

No es caprichoso el rótulo anterior: en este lugar se hicieron pioneras investigaciones arqueológicas del país y en los últimos años, se viene avanzando en la identificación de sitios históricos y en la promoción de un turismo responsable con la conservación y reconocimiento del valor patrimonial de sus elementos naturales y culturales.

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