Corrientes y Chaco, cuna de oficios que sobreviven en manos de artesanos silenciosos

GENERAL 07/08/2021 Josefina Echezárraga Josefina Echezárraga
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Un encuentro de tejido en el Parque Cambá Cuá con el grupo que te hable, Pyaha Mborayhu en el 2016

A poco de cumplir 30 años, Maria Eugenia Kusevitzky, habla de su trabajo, ese que fue construyendo desde la reflexión y la búsqueda constante. Durante la entrevista concedida a Quintaesencia, la joven resalta que el amor por el tejido que le inculcaron sus abuelas, se convirtió en motor que guía su labor. 

Conocé el camino andado por una mujer que entiendelos oficios como un arte que se debe cuidar, preservar y poner en valor, pero tratando de no contaminar. Es activa y activista de los derechos de las personas y del colectivo social, con fuerte militancia feminista y se autopersive como una reflexiva y estudiosa de la realidad. “Estoy siempre haciéndome preguntas, leo mucho, reflexiono, es que creo que interpelarnos desde un buen lugar nos da la posibilidad de repensar lo que estamos haciendo y si es necesario con toda humildad dar un paso atrás”, remarca. 

La entrevista es online y Euge habla rápido, la mayor parte del tiempo se pierden en una esquina del techo que esta cronista no puede ver, pero sí percibir como un momento de pensamiento para cada respuesta. 

“Soy diseñadora, pero la vida me fue poniendo un poco a prueba, hoy me siento muy afortunada porque tengo la oportunidad de recorrer el interior de Corrientes, mediante el programa Artesanos del Iberá, donde tomo contacto con personas que me enseñan más a mí, de lo que les puedo yo enseñar a ellas”, dice en el inicio del relato. 

Es que Euge logró tejer un camino y entre lanas y sueños, supo tomar aquello que le habían dado sus abuelas cuando era pequeña y que, luego, sintió la necesidad de indagar por su cuenta cuando entraba en la adolescencia. Hoy, las agujas y los telares la mantienen en constante movimiento. “Trabajo con artesanos y artesanas del interior correntino y también con grupos en el interior del Chaco, creo que un poco mi amor por esos oficios muchos de ellos ancestrales, me van llevando a compartir momentos, generar espacios donde trato de buscar brindar herramientas tanto para fortalecer los emprendimientos, pero sin invadir, pensando siempre que estoy trabajando con personas que tienen entre sus manos algo que es muy importante: hacer arte con sus manos, ese arte que es tan autentico que tiene tanta identidad”. 

Según cuenta, la mayoría de los encuentros durante el último año fueron virtuales, pero poco a poco comienzan a retomar el ritmo de trabajo en grupos pequeños, llegando nuevamente al interior, donde los telares y las agujas nunca dejaron de moverse. “Durante la pandemia tenía vínculos armados, asi es que trataba de estar en contacto, fue una experiencia muy interesante de la que pude sacar mucho, es una emoción enorme poder conectar por medio del teléfono y ver que hay gente que realmente estaba muy interesada en mostrarme como iban”, resume. 

¿Cuál es tu trabajo?

Cuando tomo contacto con estas personas lo hago a través de Artesanos del Iberá y lo primero que trato de hacer, es de confirmar espacios. Para ello hacemos talleres o distintas actividades como el taller de creación de muñecas para la Pilarcita, que hicimos este año. Las dinámicas se van adaptando, trato de dar lugar a la expresión de cada lugar, me gusta entender cada zona que visito como un sitio de identidad propia eso lo fui aprendiendo porque -por ejemplo-, me vinculo mucho con mujeres que hacen tejido o telares y vas a prendiendo que cada zona, tiene una forma de trabajar. Una muestra de ello son los colores que usan, en lo que se inspiran, hasta en la tensión de un punto, son cosas que para mí, tienen mucho valor. Por eso es que digo que llegar a estos espacios, es muy valioso y trato de no contaminar, quizá lo más importante es poder ayudarlos a que crezcan en el caso de que quieran pero sin perder su esencia”. 

¿Qué es este oficio para vos? 

¡Uff! ¡Un montón de cosas! Es un espacio de encuentro, algo que tiene realmente mucho valor, porque es ese valor de identidad como te decía antes, donde la pisa sea en tejido, telar, crochet o madera, es única, tiene esa impronta del lugar donde fue realizada y además tiene la marca de quien la realizó. Realmente, siento que los oficios son algo que, como sociedad, debemos poner en valor. 

¿Creés que quienes saben un oficio tan ancestral, desconocen el valor del mismo?

En realidad quien sabe tejer, bordar o tallar, muchas veces lo hace por hobbie, no como su ingreso principal, lo hace con mucho amor, además lo tienen tan naturalizado. Hay toda una magia ahí, creo que el oficio es un poco eso, una mezcla de técnicas que pasan de generación en generación, que se transmiten con amor y también se está dando esto de aprender un oficio. Antes era muy común, ahora no tanto, pero en los lugares que visito, aún está la magia de aprender un oficio. 

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Si tuvieras que resumir tu trabajo, ¿qué dirías? 

Acompaño procesos de creación, como te dije antes soy muy cuidadosa, desde el diseño tenemos muchas herramientas, pero fui entendiendo que no se trata de llegar y decir esto se hace así porque sí. Primero es necesario tratar de entender los ritmos de cada lugar, entender que soy la que llega y que ese lugar que me abre las puertas es muy valioso, porque está lleno de conocimiento, de formas de hacer las cosas, de cultura. Siempre siento que me muevo entre cristales y que tengo que tener mucho cuidado de no romper nada. Interpretar las dinámicas de trabajo, de producción. Tanto en las comunidades indígenas de Chaco como en el interior de Corrientes, se da igual, en ambas me muevo tratando siempre de ver en que puedo aportar, pero sin dañar lo que está. Intento dejar algo y que no dependan de mí para hacerlo. 

¿Qué es lo que más te sorprende? 

Muchas cosas, siempre estoy descubriendo algo que me hace abrir los ojos. Pero creo que en esto que decía del oficio veo mucha identidad, cosas que nos representan como pueblo, eso sin dudas me parece mágico. También me sorprende esa autosuficiencia que hay, en las zonas rurales, una tejedora obtiene la lana de sus ovejas y luego con esa materia prima hace cosas que son increíbles, hay una fuerza increíble en todo ese proceso. 

Creo que no dejo de sorprenderme nunca, siempre pasa algo que encanta. Sin dudas, todos esos lugares tienen una magia que se hace difícil poner en palabras, se la siente. 

Cómo están compuestos esos espacios de trabajo? 

Lo pienso como grupos donde se comparte, si bien la mayoría están integrados por mujeres, creo que hay cosas que están cambiando. Los hombres se suman, por eso no pienso en términos de género sino de dar y recibir. Mientras las abuelas tienen algo que dar, las chicas jóvenes tienen otras cosas y también los hombres que llegan, cada uno suma. Son espacios sanos, creo que así lo podría resumir. 

Eugenia, tuvo su primer emprendimiento “Niña Madeja” a los 21 años, desde allí su empuje y sus ganas por conectar con otras personas la llevaron a continuar un camino que hoy, la pone en contacto de quienes con sus manos perpetúan algunos de los oficios más arraigados de esta parte del país. Con dulzura, pero sobre todo con respeto, busca generar espacios donde compartir desde el amor, sin romper ritmos y muy atenta a las tradiciones. “Debemos cuidar mucho esto que es de todos, que está acá, para cuidarlo hay que conocerlo, tenemos artesanos y artesanos en cada esquina, en cada barrio, desde quien hace cestas hasta quien hace dulces, todos son parte de esta cultura del oficio que me parece tan rica, tan nuestra”, sintetiza. 

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